**Lyra**
Todavía podía sentir el vapor de la ducha aferrado a mi piel cuando salí envuelta en una toalla y empecé a preparar algo para comer con las pocas provisiones que quedaban.
El lugar olía a madera húmeda y té de hierbas viejas, y aunque el hambre me retorcía el estómago, mi mente seguía nublada por todo lo ocurrido.
Mikail... siempre él. Siempre enredándolo todo.
El golpe en la puerta me sobresaltó.
—¿Quién…?
No alcancé a decir más. Apenas abrí, Mikail irrumpió como una tormenta, como si el mundo se fuera a acabar, y me besó.
Me besó con esa hambre salvaje que me robó el aliento y la razón. Sus manos aferraron mi cintura como si quisiera fundirme contra él, como si mi cuerpo fuera el único ancla que tenía.
—Mía… —susurró, besándome una y otra vez—. Solo mía, Lyra.
—Mikail… ¿que estás haciendo? —murmuré contra sus labios, intentando empujarlo, pero él no se detuvo.
Y entonces lo dijo… que le pertenecía, que nadie más, además de él, podía tocarme. Lo entendí