*Tharion*
La voz de Calista cortó el aire como una hoja oxidada atravesando carne viva.
—¿Acaso esos cachorros no son del Alfa Mikail de la manada Silverbane?
El salón estalló en murmullos. Siseos bajos que se esparcieron como gas venenoso por todo el recinto. El tipo de ruido que precede a un incendio.
Algunos reconocieron su rostro. Otros no sabían quién era, pero lo sentían.
El hielo en el aire. El veneno en la voz.
—¿Quién la dejó entrar? —susurró alguien detrás de mí—. ¿No es la Luna de Moonfang?
—No, fue destituida y enviada a prisión —respondió otra voz.
—Yo pensé que había muerto —agregó un anciano, confundido.
—¿Silverbane…? ¿Están reclamando a los cachorros? —preguntó un guerrero de la fila derecha, su mirada llena de duda.
Sentí a Lyra rígida a mi lado. Muda. Tensa. Quiso hablar, pero no pudo. Sus labios se entreabrieron sin sonido.
Así que lo hice yo por ella.
Di un paso adelante. El suelo pareció crujir bajo mis botas.
—No vuelvas a decir eso —gruñí.
Mi voz