Capítulo 47

El grito de Nat me hace despertar de mi pasivo estado, le ha dado en el brazo y soltándola corre hacia mí, se abalanza y le doy un puñetazo en el rostro que lo hace tambalearse. Suelto tres disparos al aire que es la señal para que mis hombres aparezcan y se desata la puta guerra.

—¡Debiste haberte muerto, hijo de perra! —brama dándome un puñetazo nada limpio en las costillas.

—Y tú debiste haberte quedado en Rusia, maldito enfermo de mierda.

Le doy dos puñetazos seguidos, me abalanzo sobre él y a horcajadas no paro con los golpes hasta dejarlo casi irreconocible. El sudor me empapa, todo a mí alrededor es ruido lejano, veo rojo, su sangre me salpica y quiero más, necesito que pague por arrebatarme muchas cosas, no me detengo, no se queda inconsciente y no deja de reírse.

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