Capítulo 12

«¡NO!». Tardo un rato en darme cuenta de que soy yo quien grita y corre hacia ella. La agarro antes de que caiga.

«Sab, Sab, quédate conmigo, por favor», grito, llorando desconsoladamente. No puedo perderla, desde luego no así. No puede morir por mi culpa, otra vez no, por favor, Señor, te lo suplico.

«Aléjate de mí», grazna, sacudiéndose mis manos. Las lágrimas caen por mis mejillas.

Incluso en un estado como este, sigue sin poder soportar verme. Dejar que la toque le duele mucho.

«¿Qué vamos a hacer?», pregunto, sin ver apenas por las lágrimas.

«Sujétale el cuello y presiona», dice la chica eléctrica desde atrás.

Rápidamente me acerco a ella y le pongo las dos manos en el cuello. Aplico presión, pero la hemorragia no se detiene.

«Va a morir», grito con dolor. Mi corazón se encoge de dolor. No, no, no, no puedo perderla.

«La mataré, mataré a esa zorra», grito con dolor. Juro que la destrozaré pedazo a pedazo. Debería haberlo sabido, es una serpiente mentirosa.

«¡No os quedéis
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