79. La declaración de la diosa

Heros cayó encima de Hestia en el sofá de la sala de estar de la suite. Sus pesadas respiraciones se chocaban, mientras sus pieles ardían. Deslizó su mano por los suaves muslos de Hestia a través del majestuoso vestido escarlata que se había colocado. Se acomodó en la entrepierna de su diosa, con su dura virtud rozando la blandura de Hestia. Las mejillas de Hestia se habían enrojecido. Había extrañado tanto los besos y el olor del cuerpo de Hestia. Ese aroma lo embriaga y lo hacía enloquecer, como si fuera un animal salvaje percibiendo las feromonas en el ambiente. Quiso seguir, pero Hestia le puso el dedo índice en la boca.

—Espera —dijo Hestia, doblegando su impulso de querer estar con Heros. Deseaba hacerlo, pues entre los dos, ella era la adicta concúbito. Sin embargo, en esta nueva oportunidad, empezaría haciendo las cosas bien.

—¿Qué sucede? —preguntó Heros, respirando de manera uniforme.

—Antes, quisiera mostrarte algo. —Moldeó una sonrisa tensa.

Heros le dio un corto ósculo en
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