—Hermosa, me subestimas demasiado.
Las palabras de Mía le irritaron.
¿Cómo podían ser comparados un señorito de la familia Ramos y un pringado?
—Es verdad que no mereces respeto.
Francisco crispó las comisuras y se le abultaron las venas en las manos.
—Hermosa, te digo la verdad. Hasta ahora, este t