—Sígame —me dijo un hombre que parecía una muralla infranqueable de lo alto, ancho y fuerte que se veía, ni hablar de sus ojos, su mirada transmitía temor.
No le respondí, solamente caminé a paso lento detrás de él, el maltrato en mis pies tampoco me permitía hacerlo con más rapidez. Bajé las mismas escaleras que subí y luego otras más para llegar a una planta baja. Me pareció estar en el internado por lo inmensa que a simple vista se veía esa propiedad.
Después de pasar varias áreas, el hombre me indicó con una seña de su mano traspasar un arco alto, avancé y al ingresar en el espacio me encontré no solo con una enorme mesa de unos doce puestos de los cuales solo uno estaba ocupado, y precisamente por el hombre que me había jurado cobrarle una cuenta que había revivido heridas del pasado, una herida que no había sanado y que solo fue despertada como el monstruo más enfurecido al serle interrumpido su descanso.
Una calentura rabia subió por mi cuerpo al verlo sentado en total tranquili