—¡No eres bienvenida a esta casa! —exclamó John lleno de odio.
—¡Cuñado! Hablas como si esta casa fuera tuya, cuando, gracias a mi hija, pasó de una pocilga a una mansión… — protestó con arrogancia.
—¿Hija? —preguntó Lorena desconcertada y retrocedió.
—Ella es tu madre, Lorena… —dijo Gwen preo