Se sentó delante de la barra y pidió una cerveza. El cantinero, un hombre gordo y mal encarado con un bigote prominente, dejó la botella frente a ella y se sorprendió al verla bebiendo con tanta agilidad.
—Otra ronda… Yo invito —dijo un hombre acercándose a ella.
—No estoy interesada…
—Tranquila