—¡Vamos, Román! No me gusta verte así. Recuerda que somos muy buenos amigos y me puedes decir lo que sea —dijo Celia con actitud infantil y acarició la mejilla de Román—. ¿Hace cuánto que no eres consolado por el calor de un cuerpo femenino?
—Celia, no estoy de humor, además… soy un hombre casado.