—¿Y entonces? —Le habló Fernanda para sacarla de su nube en la que se encontraba.
—Entonces ¿Qué?
—¿Buscamos a tu abuelo?
—Quizá después, ahora debo asimilar esto y ahogar las ganas de matar a Prudencia.
Fernanda la miró compasiva, su amiga se había enterado de cosas que sin duda le removían sus memorias y entendía que pudiera estar sensible.
—Tranquila, ahora tú sabes la verdad y no podrá jamás hacerte daño a ti de esa manera.
Volvieron a casa y Helena permaneció en silencio durante el camino, solo pudo pensar en lo que su madre pudo pasar a causa de Prudencia y también en su abuela, su otra abuela; la que al igual que su madre trabajó para darle lo mejor a su hija. ¿A caso una especie de maldición las perseguía? De no ser así no se explicaba que les haya tocado pasar algo tan duro a todas, porque Helena estaba segura de que ella aún tenía por vivir cosas difíciles.
—¿Cómo te sientes? —Le preguntó Fernanda al llegar a casa —¿Quieres que te lleve a la Hacienda o que pida que vengan p