Eryx DeCostello
New York
Ahora que ya estábamos casi frente a frente esperé a que dieran los últimos pasos para poder adorarla en su totalidad, Ava, era una mujer de una belleza impresionante y no la amaba solo por eso, su forma de ser, fueron unas de las cosas que atrajo mi atención.
Me sequé las lágrimas y no me importaba si la gente me veía, porque es más, mis familiares y los de ella, estaban en mis mismas condiciones y alguno que otro de los invitados, tomé una respiración profunda cuando estaban a un paso de mí. Nos miramos fijamente y todo lo demás dejó de existir.
–Eryx, te entrego a lo más hermoso de mi vida, te entrego a mi hija, para que hagas de ella, la mujer más feliz de esta tierra y yo sé que lo vas a conseguir.
Escuché que dijo mi suegro y fue que regresé a la realidad, a este momento porque estaba perdido en esos ojos tan hermosos, de mi mujer maravilla. Ella no dejaba de sonreír y yo estaba igual que ella. Desprendí por un momento mis ojos de los suyos, para poder r