Después de pensarlo bien, Valeria decidió que no podía permitir que Sofía siguiera teniendo tanto éxito. Tenía que empezar a pensar en su propio futuro.
Se sentó con las piernas cruzadas, con una sonrisa iluminando su belleza. Para cualquiera que la viera, parecería la imagen misma de la dulzura y la comprensión.
Pero Sofía sentía un escalofrío; estaba segura de que Valeria no tramaba nada bueno.
Un destello cruzó la mirada de Sofía, pero reprimió sus emociones y no dijo nada.
Después de la comida, madre e hija viajaron juntas en el mismo carro. El trayecto fue sorprendentemente agradable, como si los problemas de la noche anterior se hubieran esfumado por completo.
A Sofía le gustaba esta forma de relacionarse con su madre; no quería arruinar ese raro momento de calma.
Lástima que no duró mucho; pronto llegaron a su destino.
Cada una se dirigió a su oficina y se puso a trabajar.
Sofía ya estaba familiarizada con estas tareas. Lo que quedaba era evaluar la capacidad de diseño de Mateo.