Comparado con ellos, Daniel, con la cara lastimada, parecía un auténtico payaso.
Él, evidentemente, también se percató de esto; apretó los puños, observando la imagen perfecta que hacían el otro tipo y Sofía.
De la nada, una oleada de celos lo invadió.
—Sofía, ¿me dejaste por un don nadie como este? ¡Pero si no tiene ni dónde caerse muerto!
Daniel se señaló a sí mismo.
—No se te olvide que mi familia es dueña de Constructora Horizonte. ¿Él qué tiene? ¡Te vas a arrepentir, te lo aseguro!
El tipo parecía fuera de sí, gesticulando y amenazándola.
Pero Sofía apenas se fijó en la mano con la que la apuntaba y, con voz dura, le dijo:
—¿A quién crees que le estás señalando? Es mi decisión, así que más te vale mostrar un poco de respeto. Y deja de sacar a relucir a Constructora Horizonte a cada rato. Sin tu familia, ¿tú qué serías?
—¡Incluso sin mi familia, soy muchísimo mejor que ese bueno para nada que tienes al lado! ¡Ese tipo no es nadie!
Lo dijo con una seguridad insultante, dedicándole u