La voz de Daniel sonó grave.

—Laurita, eres asombrosa, en serio. Y no te preocupes, voy a cuidarte muy bien…

Apenas terminó de hablar, cubrió los labios de ella con los suyos.

Al principio, Laura se sintió incómoda y su cara se tensó. Pero al verlo con esa cara de falso enamorado, se contuvo. Al final, ¿qué más daba? Era una decisión que ambos habían tomado.

Además, él no era feo. De hecho, era bastante atractivo, así que besarlo no representaba un gran sacrificio.

Esa idea la hizo sentir un poco mejor.

Así que le devolvió el beso con una pasión fingida.

La intención inicial era darle un beso corto, solo para corresponderle y darle una especie de garantía, una forma de demostrarle su supuesto amor y sinceridad.

Sin embargo, al sentir la aparente entrega de ella, perdió el control.

Se besaron con fervor dentro del carro.

Lo que Daniel no sabía era que ella, en el fondo, ya estaba harta de él. Si pudiera, habría puesto los ojos en blanco con exasperación.

La única razón por la que seguía