76: Han encarcelado a su esposo.
Mi guardaespaldas no dice nada, se retira como si no hubiera pasado nada, le pasa por un lado a Mylo y este lo ve con severidad.
Esto solo me hace molestar.
No puede ser que Darwin realmente no confíe en ningún hombre cerca de mí, bueno, excluyendo a Ian.
Suspiro, quitando mis patines en silencio y recordando que le pedí a Ronetta que me mantuviese informado tanto de él como de la chica, Melly, ya que no hacía falta que Darwin me lo dijese: pude haber estado en el momento, en el hospital, pero sé que no me quiere allí vigilando.
Le pone de mal humor y celoso que enfoque mi atención en alguien que no sea él.
—¿Y eso? —Darwin rompe el silencio.
En cuanto levanto la vista y me lo encuentro, me doy cuenta que ni Mylo ni Sebastian están en el salón.
Se me eriza la piel.
Quiero hablar pero las palabras no me salen. Y eso lo hace agacharse hasta mi altura, pasa sus dedos por mis labios y yo tengo que mantenerme firme, concentrándome en mi idea fiel.
Su amor es enfermo, no me respeta como deb