135: Por la borda.

Darwin.

—Voy a acabar con la causa andante de que ya no me ames.

—¿Darwin qué...?

—¡Ya lo sé! —grito, y me derrumbo en lágrimas, con el corazón palpitando con una fuerza que me asusta—. ¡Todo este tiempo ha sido él! ¡¿Verdad que sí?! —grito, cerca de su rostro—. ¡Lo he olido! ¡Lo he sentido anoche! ¡Te he visto! ¡He visto su mirada y sé que esconden algo, Ámbar! ¡Sé que me engañas con ese maldito hombre!

—No, no, Darwin... —Lloriquea acercándose a mí, y me sorprende cuando no puedo alejarla, cuando no puedo soltarme de ella por el abrazo que me da.

Mi pecho sube y baja de forma descontrolada. Hasta estoy sintiendo que el aire me falta; pero Ámbar sigue aquí, aferrada a mí, llorando y con su mano acariciando mi espalda.

Mi yo interno realmente quiere hacerla desaparecer. A ella, a ese hombre y a todo el maldito mundo, pero entonces mi esposa se separa, y mirándome a los ojos, tomando mi cara entre sus manos temblorosas, me habla.

—Ese hombre no significa nada para mí. —Limpia las lágri
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