A penas y Henry logró darse un baño, quitarse la resaca del viaje para cenar, llegaron invitados no planificados.
— Señor Edwards, los Señores Alonso están en la sala – el mayordomo les avisó a Eva y Henry que estaban hablando en la biblioteca.
— ¿Aquí?
— Sí Señor
— Bien, que pasen y sirva un refrigerio para ellos
Henry no entendía que tipo de visita era esa a estas horas y sin previo aviso.
Casi les dice que no podía recibirlos, pero eran nuevos en estas tierras y no era malo para él, hacerse de las conexiones de los Alonso para que su reciente negocio portuario avanzara más rápido.
— Sra. Edwards, por favor, acompáñeme a ayudarle con el cambio de vestuario – cuando iban saliendo de la biblioteca, la tutora interceptó a Eva.
— Pero, este vestido está bien, yo creo.
— No, Sra. no para recibir a invitados distinguidos, insisto.
Eva miró a Henry que solo tenía sonrisas en sus ojos grises y le dio un beso en la mejilla diciéndole que la esperaba en la sala.
— Señora, estas ropas fueron e