GAIL
El resto del día pasó como en un borrón. Summer me tuvo ocupada corriendo de un lado a otro para ella. Avery, que era empleada fija y no se encargaba de cosas como el café, se fue a las tres a visitar a un cliente. Mi cabeza zumbaba después de un día tan largo. Con un suspiro, tomé el celular y abrí mi lista de compras.
Mi mamá tenía acceso remoto a la lista, y agregaba los artículos que necesitábamos. Esperaba que hoy no hubiera nada urgente. No tuve suerte.¡¡Papel higiénico!! había sido agregado al principio de la lista. Los signos de exclamación significaban que casi no nos quedaba. M****a.Con un profundo respiro, abrí mi app bancaria. Tenía una sensación persistente de que mi cuenta estaba casi vacía.
El estómago se me encogió al ver el saldo. Lo poco que quedaba de los trabajos de niñera que había hecho en los últimos dos años estaba reservado para que no nos cortaran la luz.Para alimentarnos, podía arreglármelas con lo que había en el refrigerador. Ya nos había mantenido a base de sopa de col y pan duro más de una vez.
¿Pero papel higiénico? Eso no era algo que pudiera inventar de la nada. Y ciertamente no podíamos estirarlo más de lo que ya lo hacíamos. ¿Qué iba a hacer? Me froté la cara con las manos. Y de repente, se me ocurrió una idea. Ya todos se habían ido, ¿cierto? Y el personal de limpieza ponía rollos nuevos en los baños todas las mañanas antes de que llegara el equipo. Si tomaba uno o dos, nadie se daría cuenta. Simplemente los repondrían por la mañana. Cerré los ojos con fuerza. Odiaba esto. Pero tenía que cuidar de mamá y de mí. Y tenía que llevar cosas esenciales como papel higiénico a casa. De lo contrario, mamá sabría la verdad sobre nuestras finanzas.Me levanté de mi escritorio y guardé mis cosas antes de ir al baño. El corazón me latía con fuerza mientras me aseguraba de que los cubículos estuvieran vacíos. Una pila de rollos, todos envueltos en su empaque, descansaba sobre el tocador. Antes de que pudiera arrepentirme, tomé dos y los metí en mi bolso. Me di cuenta, con aprensión, de que el segundo rollo era visible desde la parte superior.
Cuando salí del baño, sentí un nudo en el estómago. No era una ladrona. No era alguien que creyera tener derecho a algo por lo que no trabajó hasta dejarse la piel.
Voy a reponer el papel higiénico, me prometí. Incluso si nadie se daba cuenta de que faltaba en primer lugar.Solo lo estoy tomando prestado.Las puertas del ascensor hicieron “ping” y se abrieron en la planta baja. Entré al vestíbulo.
—Gail —dijo una voz familiar. Mis ojos se posaron directamente sobre Tyler Warner. Otra vez. Y así, de repente, estaba a mi lado. Tan cerca que podía oler su colonia. —Hola —dije, tragando saliva con dificultad. —Dos veces en un día, ¿eh? —dijo—. ¿Trabajando hasta tarde? Asentí, dolorosamente consciente de los rollos escondidos bajo mi abrigo. —Admirable. Estás haciendo un gran trabajo manteniendo esa buena impresión. —Me guiñó un ojo, con una sonrisa cómplice. Por dentro, me derretí un poco. Carraspeé—. Gracias. Que tenga una buena noche, señor Warner. —Tyler —me recordó—. Y déjame acompañarte al coche. —No es necesario —dije.Tyler era guapísimo, pero solo quería alejarme. Me hacía sentir como una colegiala con mariposas en el estómago.
—Insisto —dijo.Sus ojos verdes se clavaron en los míos mientras se erguía como un dios sobre mí. Abrí la boca para negarme, pero no pude hablar.
Di que no, Gail. Mis labios se movieron sin sonido, como los de un pez. Maldita sea. —Está bien.Nos dirigimos hacia la puerta. Cuando Tyler la abrió para mí, una ráfaga de viento helado atravesó mi ropa. Solté un jadeo. Se me erizó la piel y me estremecí.
—Todavía no es verano —dijo Tyler, silbando entre los dientes. Cuando me miró, frunció el ceño—. Estás congelándote. —Estoy bien —dije, pero mis dientes comenzaron a castañetear. Dios, qué pésima mentirosa era. Tyler sonrió—. Toma —dijo, y agarró mi abrigo. En el proceso, mi bolso resbaló de mi hombro. Observé horrorizada cómo el rollo de papel higiénico de arriba caía al suelo y comenzaba a rodar.—Claro —dije.
Me estremecí de vergüenza.Tyler miró hacia abajo, frunciendo el ceño. Se agachó para recoger el rollo.
—¿Qué es esto? —preguntó.Sentí que la garganta se me cerraba.
—Yo... eh... es papel higiénico.Levantó las cejas.
—Ya lo veo. ¿Por qué está en tu bolso?Me mordí el labio.
—No tengo idea de cómo llegó ahí.Me encogí aún más. Sí, eso no iba a funcionar. Y, por la forma en que me miraba, tampoco se lo creyó.
Solté el aire. —Lo tomé del baño.—¿Estás robándome?
Dios, lo decía como si fuera algo personal. No es que le estuviera robando a él directamente. Pero siendo su empresa… supongo que sí, indirectamente.
En ese momento mi cerebro pareció dejar de girar, me avergonzaba enfrentarme a ese hombre que se alzaba frente a mí, que no era para nada de mi misma clase social, del hombre del que estaba casi enamorada, mi cara se enrojeció al instante, mi cuello, mis manos, todo mi cuerpo se sentía arder, quería desaparecer pero no podía hacerlo…
—Lo siento —dije—. Iba a reponerlo después. Solo que ahora mismo no tengo dinero para víveres ni suministros. Si no llevo eso a casa, mi mamá se va a dar cuenta de lo mal que estamos y de que todo se nos está viniendo abajo. Solo necesito mantener esta fachada un poco más, hasta que llegue mi primer cheque.
Me sentí una idiota por soltarle todo eso. Pero al menos le estaba diciendo la verdad.
—¿No tienes dinero para comprar comida? —preguntó Tyler, con una expresión de desconcierto.
Tragué saliva con fuerza y negué con la cabeza.
—No. No tengo.Una mezcla de vergüenza y humillación me invadió por completo.
—¿Vas a despedirme?Tyler pareció sorprendido.
—¿Estás bromeando?—No te culparía si lo hicieras. Robar está mal, incluso si iba a reponerlo. No puedo volver a casa con las manos vacías, por favor...
—Gail —dijo Tyler, y sonrió—. Está bien. Solo es papel higiénico. En serio. Y esto... —miró el rollo que aún sostenía—. Esto es de lo barato. Toma.
Me lo entregó y sacó su billetera del bolsillo trasero. Lo miré, atónita, mientras sacaba un puñado de billetes y me los ponía en la mano.
—Cómprate del bueno, ¿sí?
—Yo... yo... —dudé, mirando el dinero. No lo conté en ese momento, pero vi que eran varios billetes de cien. Era una pequeña fortuna—. No puedo aceptar esto.
Se lo devolví, pero él negó con la cabeza.
—No seas ridícula. Acéptalo. Compra lo que necesites.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué estás siendo tan amable?El rostro de Tyler se ensombreció un poco.
—Solo porque la gente cree que soy un imbécil por no cumplir con sus expectativas, no significa que no pueda ser amable a veces.—Oh, no quise decir eso...
—Está bien. No es tu culpa. Pero acéptalo, y haz lo que tengas que hacer, Gail. No te preocupes por devolverlo.
Tragué saliva con fuerza. Un nudo se me formó de golpe en la garganta.
El teléfono de Tyler sonó, y su expresión se tornó molesta cuando miró la pantalla.
—Tengo que irme. Nos vemos, Gail.Se dio media vuelta y me dejó parada en el estacionamiento, tratando de entender lo que acababa de pasar.
—Adiós, Tyler —susurré, cuando por fin reaccioné.
Conté el dinero y solté un jadeo.
Tyler Warner me había dado quinientos dólares.Aún atónita, guardé el dinero en la billetera y caminé hasta mi Toyota destartalado. Me alegré de que no hubiera visto mi coche de veinte años.
Su sonrisa traviesa apareció en mi mente, provocando mariposas en mi estómago.
Tenía el presentimiento de que esta noche no sería la última vez que vería a Tyler Warner.
Y no estaba segura de si eso me emocionaba… o me aterraba hasta los huesos.