ADA
Siete años después
El auto detrás de mí tocó la bocina mientras me detenía junto al espacio de estacionamiento vacío.
— ¿En serio? —Levanté las manos, mi humor pasando de estresado a furioso en un segundo.
Había puesto la direccional mucho antes de llegar al espacio vacío. Pero no. El conductor detrás de mí decidió pegarse a mi trasero como si nunca hubiera visto a alguien estacionarse en paralelo.
Apretando los dientes, volví a poner las manos en el volante y retrocedí. El día ya era bastante caótico, y matar a alguien no me haría ningún favor.
Estacionada de forma segura, me desabroché el cinturón. El otro conductor no perdió tiempo y pasó a toda velocidad, tocando la bocina otra vez al pasar.
— Sí, bueno, que te vaya bien —mascullé.
Con un suspiro, busqué mi bolso. Pero no estaba en el asiento del copiloto.
Mierda. ¿Lo había dejado en el trabajo? ¿O en la gasolinera? ¿O en la biblioteca, a donde tuve que pasar a dejar unos libros que llevaban semanas atrasados?
Mi coraz