DYLAN
Luché contra el impulso de tomar su mano para consolarla y decirle que nunca la decepcionaría, o que, si lo hacía, haría todo lo posible por corregirlo.
—Amé dejar a Harper en la escuela hoy —dije—. Quiero hacer eso todos los días.
Ella medio sonrió. —Qué bueno. Aunque el tráfico de camino se vuelve tedioso.
—El tráfico puedo soportarlo. Vale la pena.
Ada ladeó la cabeza. —¿Estás bien? Pareces nervioso.
—Lo estoy —giré el cuello y la enfrenté directamente—. Primero, quiero agradecerte por dejarme entrar en la vida de Harper. Podrías haberme alejado y no decirme siquiera que es mi hija.
Ada bajó la mirada. —No podría haberlo hecho. No más allá de uno o dos días, al menos.
—Estabas renuente a dejarme entrar, y lo entiendo. No sabías quién era ni si sería bueno para ella. Pero no me alejaste. Al menos… no por mucho tiempo.
Ambos reímos.
—Y gracias por eso —dije, con la garganta ronca por la emoción.
—Tú te lo has ganado —el labio inferior de Ada tembló—. Más que eso, de v