En la sala privada, Silvio permanecía en completo silencio y Elena no sabía qué decir, solo se sentaba nerviosa a su lado.
Después de que el camarero sirviera los respectivos platos, finalmente él la miró y dijo: —¡Prueba algo!
Elena le echó una leve mirada, ya de por sí algo nerviosa, y ante sus crudas palabras, sin atreverse a desobedecer, comenzó a comer en un ambiente extrañamente tenso.
Mientras dejaba con sutileza los cubiertos, Silvio también los dejó y observó lo que quedaba en el plato de ella, luego llamó directamente al camarero: —¿Han cambiado de chef aquí?
—Silvio, como sabes, nunca hemos cambiado de chef, y, además, cada vez que vienes, es nuestra mujer quien cocina personalmente.
—Entonces dile a tu mujer que no estoy satisfecho con la comida que preparó hoy.
Elena se quedó muy sorprendida por un momento; ¡ella pensó que la comida sabía bastante bien!
Inicialmente, ella se preguntaba por qué él, en un restaurante tan apartado y aparentemente modesto, elegiría venir justo