Ese día, Elena se despertó muy temprano como de costumbre, pero no quería enfrentarse a Silvio, así que se quedó en la cama fingiendo dormir.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara a Silvio levantarse.
Podía sentir suavemente su calor corporal.
—Buenos días, Elena, — su voz era muy profunda y suave, haciendo que las pestañas de Elena temblaran involuntariamente.
Calculando el tiempo, Silvio debería estar yendo al trabajo, así que Elena se levantó muy apresurada y se preparó para el día. Pero para su sorpresa, cuando bajó las escaleras, lo vio todavía sentado en el balcón leyendo muy distraído una revista.
—Levántate, vamos a desayunar y luego te acompañaré de compras, — dijo él, dejando la revista a un lado y sonriéndole con gran ternura.
Elena le echó un ligero vistazo y su corazón dio un vuelco total.
—¿No tienes que ir a trabajar? — preguntó.
—Hoy es fin de semana, — se acercó a ella y apartó su cabello largo detrás de la oreja, sosteniendo su rostro y dándole otro suave beso e