A pesar del intento de Isaac por calmar la situación, las cosas no terminaron allí. Eric, con el alcohol corriendo por sus venas, siguió despotricando.
—Además, Bianca piensa que yo mandé a unos tipos a matarla, ¿te das cuenta, Isaac? ¡No tiene ningún sentido! —rugió, con la voz pastosa—. ¿Cómo haría algo así, incluso si en ese momento la odiaba? ¡Yo jamás podría enviar a alguien para matar a nadie! De verdad que no soy ese tipo de persona.
Isaac, dándose cuenta de la gravedad de lo que su amigo estaba soltando, intentó silenciarlo.
—Eric, creo que deberías parar. Deja de decir esas cosas. Hay muchas personas escuchando.
Él se encogió de hombros, despectivo.
—Pues solo estoy diciendo lo que siento. Todo lo que me ha pasado. No entiendo por qué debería ser un problema. Además, esto no es incumbencia de nadie.
Isaac puso los ojos en blanco, la paciencia se le agotaba.
—Deberías calmarte y ser racional. Estás bastante complicado. Creo que no debí invitarte a beber esta vez, pero no sabía