CapĂtulo 38; Pacto de sangre. 🩸
Cederle el control a Amaia era la sensaciĂłn más placentera del mundo, ella se dedicaba arduamente a la tarea de complacerlo, lo cabalgaba de una manera ardiente que amenazaba con arrancarle la cordura, los candenciosos movimientos de sus caderas, la manera tan ardiente en la que dejaba escapar gemidos, la intensidad que reflejaban sus ojos cuando lo poseĂa... era inigualable, ser tomado por ella, era inexplicable.
Aquella posiciĂłn le permitĂa ver cada pequeño gesto de su esposa, cada contracciĂłn de sus faciones a causa del placer que experimentaba al sentirlo muy dentro de ella, llenándola por completo... le encantaba poseerla, pero le encantaba de igual manera ser poseĂdo por ella.
Para Amaia era nuevo ser quien dirigiera el acto, pero Ăşltimamente lo disfrutaba y resultaba igualmente placentero poder mover su cuerpo a un ritmo tan Ăntimo y sensual que los arrastrará a la locura del Ă©xtasis. Con su ex nunca habĂa disfrutado ni siquiera un poco, todo habĂa Sido muy doloroso e inc