No tenía el valor de enfrentarme a Layla, así que durante toda la mañana me la pase evitándola. Maggie era su mejor compañía y ella era quien me decía su estado de ánimo.
―Tarde o temprano tendrá que enfrentarla, señor ―dijo Maggie en un susurro, temerosa de que la reprendiera por meterse en lo que no le importaba.
―La enfrentaré cuando tenga a los niños de vuelta ―respondí sin siquiera voltear a verla―. Ahora ve a cuidar de ella, distráela.
En cuanto la sirvienta abandonó mi habitación, la doctora Sofía comenzó a sacar sus aparatos de tortura. ―Sé que no me has pedido mi opinión, pero una madre sin sus hijos sufre demasiado, y si le niegas la información que tienes, ella va a enloquecer. Te lo digo por experiencia.
Tenía razón, pero no quería herir más a Layla, no quería verl