No volvió a saber nada de Emily después de su último encuentro. Una parte de él se sentía serena y aliviada de haber prácticamente acabado con todo lo poco que tenían, la otra parte en cambio, se sentía impotente y poco conforme de haber concluido de forma tan tajante lo que parecía convertirse en una relación divertida y amena.
Por lo menos tenía la seguridad de que ya no tendría que preocuparse por ese miedo de hacer cosas a espaldas de su jefe, o por la turbación de ser descubierto a cada instante.
Cuando atravesó el pasillo que dirigía a su oficina, atisbó la silueta alta de Lían en medio del camino, el muchacho hablaba por teléfono muy malhumorado –como siempre–