No soy una prisionera.

Él estaba sonriendo.

De ninguna manera.

¿El podría sonreír?

Nunca en su vida había pensado que el hombre más temido podría tener este lado de él también.

—Déjame ir —exigió con coraje.

La imitaba porque él parecía disfrutar de la situación.

—¿Por qué? —el dijo.

Draken se estaba comportando de manera extraña para su personalidad.

—Te golpeaste la cabeza en alguna parte? —preguntó con la mayor seriedad.

Y la mirada atónita en su rostro le dio la oportunidad cuando lo empujó abruptamente. Fue tomado por sorpresa, pero, aun así, ni siquiera dio un paso atrás. Su agarre sobre ella se aflojo y ella liberó su mano.

Ella estaba a punto de dar un paso atrás, pero sus brazos de acero se envolvieron alrededor de su cintura mientras la mantenía en su lugar.

Sus dos manos estaban sobre su pecho mientras lo empujaba, pero fue en vano.

—¿Puedes dejarme ir? —dijo en voz baja y se alegró de no estar tartamudeando.

La razón por la que ella tenía un poco de confianza frente a él era porque él no la forz
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