(CONTINUACIÓN)

Es mi turno de dejar el cucharón con el que estoy moviendo la salsa, de lado. Dejo caer mis brazos y respiro hondo, fijando mi vista en la flor azul de su delantal de cocina.

—No lo sabe y no creo que Elena le diga. En este momento tiene problemas peores en que pensar.

—¿Tan importantes como para dejar de hacerle la vida de cuadritos a su hermana?

—Tanto cómo para dejarla en paz por un tiempo —Respondí sin importancia.

En realidad el tema de Elena y sus problemas no me importaban.

Tomé de nuevo el cucharón y volví a mi labor.

—¿Y Ari recuerda algo sobre ese día?

Negué.

—No recuerda nada. Ni siquiera de nosotros, como puedes ver.

—Bueno, cielo, tranquilo. Supongo que lo recordará a su tiempo. Por el momento hay que apoyarla y hacerla fuerte.

—La verdad es que no sé si quiero que recuerde, mamá. Han sido dos traumas…

—Estará bien. Estás con ella. Digo, es peligroso por el lado de Rávena, pero puedes protegerla. Estamos aquí para ayudar.

Mi madre abrió sus brazos y me abra