SIETE

La sensación desgarradora de esos afilados colmillos desgarrando mi piel, me despertó.

Arrancándome de la pesadilla repetitiva que parecía cada vez, tener un final diferente y mucho más aterrador que la anterior.

Observo los rayos de sol que pretenden escurrirse entre mis cortinas, repasando cada punto de mi habitación, casi como una extraña acusación.

No he dormido.

Cada vez que lo intentaba las pesadillas me arrancaban feroz y dolorosamente de mi nulo descanso.

Llevo mis manos temblorosas hacia mi rostro, apartando el sudor y la espesura de enfermiza sensación que se planta en mí cada vez que despierto, tras una de esas pesadillas que tanto me aterran.

Aunque no son las pesadillas en si lo que me aterran… sino la sensación tan realista que aún al despertar, sigue marcando su huella en mí.

Como los delgados moretones que cubren parte de mi antebrazo diestro.

Ese con el que, en mis sueños, empujaba hasta cubrir mi rostro al ver como esa bestia se abalanzaba sobre mí, siendo atrapado entre sus feroces fauces y roto como el cristal más frágil jamás visto.

Llevo mi brazo hacia mi pecho.

Las lágrimas siguen escurriéndose por mis mejillas, pero no hago ruido.

No puedo ser débil en estos momentos, no cuando Leonel está cada vez más extraño conmigo.

Así que en su lugar, intento actuar como si me creyera que esto no es nada, que solo ha sido un mal sueño y nada más, que realmente no está pasando nada extraño a mi alrededor desde la aparición de esos hombres.

Me levanto de la cama e inicio con mi rutina casi monótona.

Me ducho.

Me visto.

Preparo el desayuno.

Hago café.

Me lo tomo mucho antes de ir a despertar a Leonel, pero como lleva haciendo desde hace una semana, tras hacerse inseparable de ese extraño niño, Nova, él ya me espera en su habitación para comenzar a vestirse.

Mientras lo hago intento obtener algo de él, algo más que la sequedad con la que últimamente me trata.

La misma que se estruja en mi pecho hasta dolerme.

¿Hoy te apetecería hacer algo después de clase?

Leonel no me mira, sus ojitos me esquivan mientras abotono su camisa.

Me prometiste que hoy podría ir a la casa de Nova…

Mi cuerpo se tensa ante el recuerdo de esa promesa, lanzada sin llegar a ser del todo procesada por necesitar alejarlo a él y a mí, lo antes posible, de aquel grupo de hombres.

Desde esa reunión forzada en mi oficina, han logrado incomodarme e intimidarme mucho más de lo que alguna vez creí poder experimentar.

Ser huérfana y de escasos fondos, me hizo ser con demasiada frecuencia la victima de un bullying constante. En la escuela, en el instituto…por alumnos y padres, incluso por algún profesor que no se creía alguien como yo podía sacar las notas que sacaba en sus exámenes sin hacer trampas.

Siempre puesta a prueba.

Siempre siendo empujada hasta el límite, a ver si estallaba y al fin podrían llamarme eso que de por sí ya me nombraban.

Era escoria pobre e inútil que terminaría trapicheando entre las callejuelas de los barrios conflictivos.

Pero nunca fue así.

Nunca consiguieron eso que tanto querían de mí.

Mi caída, mi abandono, mi completa aceptación a ser lo que ellos querían que fuera.

En su lugar les demostré lo que realmente sucede cuando solo empujas m****a hacia los demás.

Que tarde o temprano le sería devuelto.

Pero ahora.

Ahora todo estaba siendo tan diferente. A parte de ser una adulta responsable de un niño, sentía demasiado real e intenso el odio injustificado de aquellos que habían empezado a rodearme.

A arrinconarme en mi propia vida.

Cariño… Lo llamo, intentando que me mire, pero no lo hace.

No es justo… me lo prometiste.

Su vocecita arrastrando la decepción que le ocasiono.

Leo, por favor… mírame Le exijo en un ruego tembloroso. Y cuando lo hace al fin, hubiera preferido que no lo hiciera. En su tierna y cálida mirada, distingo algo, un atisbo pequeño y casi incierto de un sentimiento pesado, oscuro, que desgarra mi pecho Te amo… pero no sé que te está pasando, desde que conociste a Nova...

No hables de él.

Abro los ojos con cierta confusión al ver como lanza esas palabras con una crudeza que nunca vi en él.

Intento alcanzarlo con mis manos cuando lo siento alejarse, avanzando hacia el rincón con sus juguetes e ignorándome a pesar de la hora que es.

Suspiro mientras me pongo en pie, demasiado agotada por apenas pegar ojo durante días, con el estrés acumulándose en mi sistema a causa de los problemas en el trabajo y ahora, este repentino comportamiento tan arisco de Leonel.

 Ven a desayunar.

Él no responde.

Sigue de espaldas a mí, entretenido con dos figuras de juguete.

Leonel podía tener algunas veces su carácter, pero nunca se había comportado de esta forma… ¿O quizás sí? Pero estoy demasiado cansada para aceptar que esta es otro de sus pequeños enfados, ante lo mucho que lo mimo.

Pellizcando el puente de mi nariz ante el agudo dolor de cabeza que arrastro desde hace dos o tres días, para terminar soltando un pesado suspiro y dejo caer mi mano a un costado de mi cuerpo.

 De acuerdo, enfádate lo que quieras conmigo, pero olvídate de ir a la casa de Nova, ni hoy ni nunca.

Lo veo tensarse, pero en lugar de chillar o reclamarme, retoma su entretenimiento silencioso con sus figuras de juguete.

En otro momento y con mayor energía, habría intentado solucionar esto antes de tener que ir a la escuela.

Pero no fue así.

Ni siquiera cuando llegamos a la escuela me dejó acompañarle a su clase, en su lugar lo vi corriendo lejos de mí, entremezclándose con sus compañeros y dejando atrás su carita malhumorada para empujar esa sonrisa que tanto extrañaba.

¿Qué se supone que estoy haciendo mal?

Ignorando al resto de padres y de niños que aún se despedían entre sí, me encamine hacia la profesora de Leonel, que como era costumbre para las profesoras de prescolar, se encontraba ordenando a sus alumnos en fila, atendiéndolos con cariño e instándolos a entrar por la puerta lateral que daba hacia los pasillos de prescolar.

Solo que, en esta ocasión, ella parecía entretenida conversando con dos de los hombres que decían ser los padres de Nova.

Aryen y Kail.

A quienes mi pequeño bebé no dudo en correr en su dirección y abrazarlos como anteriormente hacia conmigo.

Kail, el hombre que solía vestir por completo de negro y Aryen, el hombre de ojos grises, se alegraron por el recibimiento de mi Leonel, más aún cuando este ultimo lo alzo entre sus brazos, esbozando una sonrisa tan cálida hacia él, que por un segundo me sentí yo la intrusa de todo esto.

Porque Aryen, Kail y Leonel, formaban una dulce estampa familiar que yo nunca podría alcanzar, mucho menos superarla.

Trago el nudo en mi garganta mientras acorto la distancia, captando de primeras la atención de su profesora, quien rápidamente pierde la sonrisa de sus labios y vuelve a clavarme esa feroz mirada.

Ella yergue la postura como si remarcara su superioridad sobre mí.

Estoy demasiado cansada para estas tonterías…

Así que ignoro su comportamiento, así como la intensidad que las miradas de ese par de hombres queman sobre mi piel.

Buenos días Saludo con educación, deslizando mi vista por la mujer, esos hombres y finalmente por Leo, quien me retira la mirada antes de que la encuentre, aún molesto conmigo. Un dolor punzante araña mi pecho, pero intento controlar mis intensificadas emociones tan recientemente adquiridas, para volver a enfocar mi atención en la profesora, tendiéndole una pequeña bolsita de tela con el desayuno que Leonel no quiso comerse en casa Leonel no a desayunado esta mañana… le agradecería si puede intentar que coma algo a primera mañana, su salud es un poco delicada actualmente…

La mujer alza su ceja con evidente desprecio, mientras atrapa la bolsa de tela y mira de reojo a Aryen, quien deja en el suelo a Leonel para que avance con el resto de sus compañeros.

Solo que Leo no lo hace hasta que jala suavemente del abrigo oscuro de Aryen, captando su atención mientras me señala con unos de sus deditos.

 No me deja jugar con Nova… dile algo, por favor.

Alzo mis cejas ante el descaro de mi bebé, quien no se ha dado cuenta de como a aumentado la incomodidad en esta situación.

Sobre todo, cuando Leo nos deja para seguir a sus compañeros y los tres se giran a encararme con evidente malestar.

Usted es mucho más infantil de lo que creía, señorita Monteri Acusa Aryen acortando brevemente nuestra distancia para empujar con mayor violencia esa aura dominante que me aterra. Intento evitar que se note y rezo para que mis piernas no empiecen a temblar como gelatina Que profesionalmente no coincidamos en política ni encajemos apropiadamente, no significa que nuestros hijos no puedan vivir felices una amistad limpia y sencilla como dos niños normales.

Yo no lo…

Da un paso más hacia mí, cortando mi intento de contradecir su acusación y obligándome a alzar mi cabeza para mantener mi mirada sobre la suya.

Él es tan alto.

Todos ellos lo son.

Gigantes hombres de cuerpos tan amplios y duros, que ni su ropa cubre la musculatura que han sabido desarrollar.

Claro que, no es algo en lo que yo caiga.

Mucho menos cuando estos tipos me aterran lo suficiente como para querer dar marcha atrás y huir de este absurdo enfrentamiento.

 Nova adora a Leonel, él nunca le haría daño y mucho menos alguno de nosotros, no somos esa clase de monstruos, señorita Monteri…

Suelto un tembloroso suspiro mientras me aparto dando dos pasos hacia atrás, lejos de él.

 Esto es absurdo. Tengo mis motivos para mantener las distancias, yo no voy a decirle que hacer con su hijo así que no sea hipócrita y venga a decirme que hacer con el mío.

Veo como ambos hombres se tensan en evidente rechazo ante mi declaración.

No vuelvan a acercarse a Leonel o me veré obligada a tomar medidas legales Dictamino a los gigantescos hombres que parecen estar a punto de lanzarse a por mí. El recuerdo de mi pesadilla con esa bestia me hace estremecer, antes de enfocar a la profesora de Leonel que se mantiene distante a pesar de lanzarme dagas envenenadas con los ojos Si ocurre cualquier cosa, llámeme…

La mujer duda unos segundos en responder, hasta que termina asintiendo brevemente, antes de empujar su atención de vuelta a aquel par de hombres, quienes están por volver a acortar nuestra distancia, solo que yo se los impido al hacer un movimiento rápido de huida.

Este acto cobarde que se está volviendo costumbre con estos hombres.

Pero realmente no creo soportar un instante más a su lado sin terminar inclinándome hacia delante y soltar la bilis que la angustia, la ansiedad y el terror me ocasionan.

Cuando subo a mi coche e intento tomar aire con calma, para recuperar el control de mi respiración, siento ese nuevo escalofrío que entumece mi columna vertebral, asegurándome lo que desde hace semanas no dejo de sentir.

Esa especie de mal augurio sobre lo cerca que estoy del caos que amenaza explotar muy pronto.

Esa que me dice, claramente y con cierto machaque lastimero, que esto solo acaba de empezar y que lo que se viene va a ser mucho peor que esto.

Deseo no tener razón.

Deseo equivocarme por primera vez en mi vida…

No puedo ni quiero perder lo único que me importa en esta vida.

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