Peleas y negocios

Después de estar una media hora duchándome, salí con una camisa que me queda bastante grande y solo me tapaba hasta la mitad de mi muslo. Mi senos no eran tan grandes, así que simplemente no me puse el sostén.

Me hice un moño despeinado bastante alto y salí. Cuándo lo hice, no le presté atención a la mirada del señor Norton.

Cuándo entró al baño, puse mi celular a cargar y me acosté en lo que sería mi lado de la cama.

En menos de quince minutos, él ya estaba afuera, con su cabello mojado y solo tenía un pantalón largo de cuadritos y su pecho al descubierto, pero no era lo suficientemente atrevida como para mirar su rostro.

—Buenas noches, señorita Johnson —dijo él, sin desechar un rato las formalidades.

—Igual —dije dándole la espalda, pero no podía dormir. Cada dos minutos me movía de posición.

—Deja de moverte, me estás irritando —dijo mi molesto jefe.

—Lo siento, señor delicado —dije molesta de igual forma—. ¿Cuál era su nombre?

—¿Para qué quieres saberlo? —dijo severo.

—Bueno, no
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