12 - Sospecha de Valentina.
Al día siguiente en la empresa, Keila llegaba. Estaba estacionando el coche, cuando alguien apareció en su periferia, y la arrinconó a la pared. Se sentía la respiración de su captor en su cuello y oreja, como si inhalar su aroma, fuera algo que anhelaba desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el perfume lo conocía perfectamente, y tanto el miedo como la repugnancia, atacaron su cuerpo.
— ¿Qué haces aquí? — cuestionó, con voz débil casi atragantándose —. No me hagas daño, por favor.
Era simplemente un hilo de voz, y un mano de temblor.
— Nunca te hice daño. ¿Por qué lo haría ahora? — consultó, sin soltarla ni un segundo —. No sabes cuánto te he buscado, mi gatita, que ahora, el hecho de encontrarte, siento una erección entre mis piernas.
— Suéltame, por favor — musitó con voz débil la asistente de Enzo.
— Mi padre ha estado preguntando por ti. Te quiere de regreso — El cuerpo de la mujer se tensó. Ese hombre nunca le había agradado, pese a que siempre le había defendido de las humillaci