La Abadía del Conde de Bourgh
La Abadía del Conde de Bourgh
Por: J. I. López
La vieja Abadia en el bosque parte 1

"Soledad, mi única amiga y mi mayor condena...en el mundo de la luz no hay lugar para los que son como yo...los monstruos de los cuentos de horror qué relatan las madres a sus niños por las noches...yo soy el Conde de Bourgh, el maldecido de la eterna noche y acepto mi destino"

La luz se colaba a través de las ventanas en el rustico y pintoresco tren hasta Sibiu, despertando de nuevo de aquel extraño sueño se frotaba los ojos para luego bostezar y admirar el paisaje por la ventana, hacía muchos años que no regresaba a Sibiu, en Rumania, la ciudad de su abuelo, admirando los hermosos bosques que se retrataban fuera del vagón de tren donde viajaba recordaba momentos dichosos de su tierna infancia cuando junto a sus padres viajaba constantemente hacia allí para visitar a su malhumorado y supersticioso abuelo, la vieja Abadía abandonada comenzaba a dibujarse en medio del paraje verdoso de los bellos bosques, pensó en lo bien que estaría caminar hacia allá en sus ratos libres para hacer una pintura de los hermosos paisajes con la abadía como la protagonista en el centro, venia viajando desde Italia, donde había finalmente terminado sus  estudios de medicina, había sido un viaje tremendamente largo y ya sentía su trasero entumecido, pero valía completamente la pena hacerlo, le habían ofrecido una buena oportunidad para ejercer como médico en un hospital cercano a la casa de su abuelo, oportunidad que por supuesto no dejaría pasar solo por un viaje algo largo e incómodo.

Isobel Bennet era una chica audaz e intrépida, sus largos cabellos castaños claros reflejaban la luz del sol en la ventana, sus ojos eran celestes, como el color del cielo más limpio después de una noche de lluvia, su piel era ligeramente morena producto de los constantes viajes que hacía buscando una nueva aventura para vivir, mirando con atención el paisaje fuera de la ventana intentaba plasmar aquella sublime belleza de los bosques rumanos en una hoja de su libreta de viajes, nunca perdía la oportunidad de dibujar la belleza que veía en cada aventura que vivía, así era ella, aunque su paso por Rumania prometía ser mucho más largo que alguno de sus muchos viajes anteriores.

El tren finalmente detenía su marcha, había llegado a Sibiu, era tan rustica y pintoresca como la recordaba, nada parecía haber cambiado mucho, la antigua ciudad fue fundada por colonos sajones en el siglo XII, que le dieron el nombre de Hermannstadt, en el siglo XVII se convirtió en la capital de Transilvania austrohúngara y el centro político de los alemanes en la provincia,​ Sibiu pasó a ser parte de Rumanía desde 1918, actualmente era un importante centro económico y cultural de Transilvania, y recordó de algún libro que entre 1692 y 1791 fue la capital del principado de la región, riendo para sí misma se sintió como una biblioteca ambulante, aquellos datos innecesarios formaban parte de su asombrosa y privilegiada memoria.

– Isobel, pequeña, mírate, cuanto has crecido – la voz de una mujer la sorprendió.

Mirando con extrañeza a la vieja mujer no logro reconocerla de inmediato.

– Pero niña ¿Qué no me has reconocido? Soy Nicoleta, la ama de llaves de tu abuelo – dijo en una risita la anciana mujer.

Isobel se rio ya recordando a la mujer que le regalaba dulces a escondidas de su abuelo, los años no habían pasado en valde para todos, podía ver.

– Oh Nicoleta, lo siento tanto, estoy tan exhausta del viaje que mi cerebro esta atrofiado – rio la hermosa muchacha.

– Es lógico que no reconocieras a esta vieja, han pasado diecisiete años desde la última vez que nos visitaste, ven vamos a casa, tu abuelo ya te espera y ya conoces al viejo gruñón, se impacientará si demoramos más de lo debido, ya sabes, hoy será una noche de niebla y a el le gusta acuartelarse dentro de la casona – dijo la amable anciana.

– Veo que las extrañas costumbres del abuelo no han cambiado, siempre me pregunte que era lo que esperaba encontrar si salía durante esas noches, aunque a decir verdad no recuerdo demasiado, solo tenía cuatro años entonces, aunque recuerdo con claridad este lugar no me viene a la memoria lo que decía el abuelo de estos eventos entonces – dijo Isobel esforzándose en recordar algo más.

– Ese viejo huraño nunca dice nada, solo se queda apostado en su cuarto con sus inseparables flores de ajo cual general en su cuartel, pero en estas tierras antiguas se cuentan muchas historias…cuando yo era una niña contaban los mayores que en la vieja abadía vivía un hombre de la noche, alguien que subía y bajaba los muros como una sombra oculta en las penumbras, aunque por supuesto todos esos relatos no son más que viejas leyendas para atraer a los turistas – dijo la anciana Nicoleta entre risas y restando importancia a su relato.

– ¿Un hombre de la noche? – cuestiono Isobel evidentemente interesada.

– Un non morto…los reyes de la noche que gobiernan sobre las penumbras y los lobos…un vampiro – dijo la mujer con una sonrisa.

La vieja casona lucia igual, la pintura carcomida hablaba sobre el urgente mantenimiento que necesitaba el exterior y rogaba que el interior no estuviese en iguales condiciones, los jardines, por otro lado lucían tan bellos como los recordaba, aun podía verse corriendo de un lado a otro en los extensos patios de la propiedad de su abuelo, se vio a sí misma en los hombros de su amado padre recogiendo frutas de los muchos árboles frutales que se hallaban allí, aquel recuerdo fugaz ensombreció su semblante, su padre había muerto hacía unos años y con su perdida había sufrido mucho, se había decidido a estudiar medicina con la finalidad de encontrar una manera de aliviar su extraña enfermedad, pero el tiempo no estuvo de su lado y el finalmente había sucumbido ante ella sin darle una oportunidad de encontrar una cura, aquel evento trágico era su principal impulso para viajar a todas partes.

– Niña, finalmente llegas, justo a tiempo – dijo un anciano de fuerte y osca apariencia mientras daba una ojeada a su reloj de bolsillo, la experiencia de toda una vida se reflejaba en sus fieros ojos de lobo.

– Abuelo, me da mucho gusto verte – dijo Isobel abrazando a su abuelo con verdadero gusto.

– También me da mucho gusto verte mi pequeña Isobel, pero no debiste aceptar esa oferta, estas tierras malditas no son lugar para una muchacha inocente y buena como tu…hay muchos seres peligrosos que no dudaran en llevarte – dijo el anciano de voz ronca y enojada.

– No tengo nada de qué preocuparme si mi poderoso abuelo esta para defenderme – dijo la hermosa castaña besando la mejilla de su abuelo.

– Bueno…eso sí, si algún infame monstruo se acerca a mi hermosa nieta no dudare en llenar su trasero de plata – dijo orgulloso el hombre mientras inflaba el pecho.

Isobel rio ante el comentario de su abuelo, Velkan Bennet era un hombre a la vieja usanza, bastante rudo y rudimentario, sus cabellos canos eran completamente plateados, las arrugas de sus ojos celestes no restaban fiereza a su mirada lobezna, aun y a pesar de ser un hombre con siete décadas encima no lucia para nada como un anciano indefenso, su pecho ancho aún era fuerte, el viejo Velkan era muy capaz de sostener una pelea con alguien mucho más joven y resultar el vencedor, era como un vetusto árbol de roble firme que ni la más temible y violenta tormenta había logrado mover de su sitio, lo admiraba, aunque por su puesto, la muerte de su único hijo había sido un golpe terrible cuyo dolor de la perdida se reflejaba en su mirada.

– Vamos, entra a la casa, ya está anocheciendo y no debemos estar afuera – dijo el viejo Velkan asiendo pasar a su nieta para luego dar un último vistazo a la calle ya desolada.

La cena había sido tan exquisita como recordaba de sus memorias, la vieja casona estaba bien conservada por dentro, no era el vejestorio descuidado que prometía el exterior, su abuelo le había dado las buenas noches al igual que Nicoleta, la siempre fiel ama de llaves de su familia, los Bennet habían sido muy prósperos en tiempos pasados de hacia siglos, y aunque aún eran considerados una familia acomodada y de las más viejas de aquel poblado, no gozaban de la misma fortuna que sus antecesores disfrutaron, aun así siempre había tenido una vida bastante cómoda sin nada que hiciera falta, dejándose caer sobre la muy cómoda cama de sábanas blancas miro las paredes prístinas del mismo color, a aquella habitación le hacía falta vida y por supuesto que pondría su toque personal para darle aquel soplo vivido que le hacía tanta falta.

Sacando sus pinturas de las pesadas maletas que habían llegado antes que ella, comenzó su faena regalando color a las insípidas paredes de sus aposentos, un desfile infinito de formas y colores poco a poco llenaba de vida aquella habitación, sus sabanas rosas también fueron sacadas para reemplazar las blancas que yacían sobre su cama, ya había anochecido por completo cuando Isobel finalmente termino con su divertida tarea, desempacando solo lo más necesario decidió que poco a poco iría acomodando el resto de las cosas que aún estaban guardadas en sus maletas y baúles, sentándose en el ventanal cullo balconcito apenas le daba el espacio suficiente para acomodarse admiro el paisaje sumergido en las penumbras de la noche, difusas formas de pinos y arboles varios se dibujaban a lo lejos completamente ennegrecidas, la hermosa y vieja abadía se alzaba solemne sobre todos ellos, imagino en su mente lo bella que debía haber sido en sus tiempos de gloria, reinando sobre todo el valle y sus muchos pueblitos.

Los ojos le pesaban, la euforia que le provoco decorar su habitación había pasado, finalmente el cansancio del largo viaje comenzaba a mostrar sus estragos en ella, mirando la antigua abadía casi pudo ver una sombra que se movía entre los árboles, pero culpando a su cansancio cerro sus ojos entregándose por completo a los brazos de Morfeo, el llamado dios de los sueños, quedándose profundamente dormida.

Neblina cubría un sendero sinuoso, sus pies descalzos caminaban en lo que parecía ser el interior de un castillo en ruinas…un nuevo sueño llegaba hasta ella en la inconciencia en que el estado rem la sumergía…por supuesto, para Isobel todo era tan real que ignoraba estar atrapada en un profundo sueño.

Finalmente has venido hasta mi…te he esperado un mar de siglos en los océanos de Cronos…la que debía ser mía, la que me fue prometida…la que el dios que reina en los cielos me arrebato sin piedad para luego condenarme a la soledad eterna…has llegado, guiada por el destino hasta aquel que te ha pertenecido desde mucho antes de que el tiempo fuese tiempo…te he esperado eternidades completas y más allá…Isobel…

Pálido rostro de alabastro fino, ojos llameantes de un fulgor infernal, labios tan rojos como las rosas carmín en los viejos jardines de la propiedad Bennet, cabello tan negro como el ébano y la noche, un rostro hermoso tan triste que afligía su dolorido corazón y alma…una belleza sin igual digna del mito de Adonis…

¿Quién eres? ¿Porque es que me buscas?

Isobel intentaba alcanzar a aquel misterioso hombre que se ocultaba en las penumbras…pero sus manos no lograban alcanzarlo, parecía tan cercano y al mismo tiempo tan lejano que le dolía el alma.

Yo soy aquel que se esconde en las penumbras de la noche, en los solitarios recovecos de las viejas avenidas en las horas muertas…yo soy aquel al que temen los niños, al que persiguen los ancianos y rehúyen las mujeres…soy aquel que bebe del maná prohibido, que perdió su alma y corazón y que vaga por estas tierras maldecidas buscando un consuelo a su eterno sufrimiento…soy aquel que te ha esperado y que te ha pertenecido desde antes que el tiempo fuese tiempo…y que no puede tenerte, soy el conde maldecido que se ha resignado a su destino, soy Vasile de Bourgh aquel al que dios le negó la gloria de su reino.

En los mas vividos sueños nacidos en las sombras de su mente, Isobel Bennet no podria saber lo cercano que aquel en sus sueños se encontraba de ella, aquel que la habia amado desde antes que abriera sus ojos al mundo...por segunda vez...

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