La tarde caía sobre Artheon cuando las cuatro lobas finalmente salieron del archivo central. Llevaban los brazos cargados de pergaminos, libros antiguos y mapas estelares que parecían más acertijos que documentos.
Lyra caminaba al frente, con el ceño fruncido y la mente procesando cada fragmento que habían encontrado. Kariane la seguía, prácticamente arrastrando un tomo enorme sobre "Rituales de Transferencia de Energía Primordial". Zoe sostenía con cuidado una caja de madera que contenía runas del norte, mientras Selene cerraba la marcha con tres pergaminos enrollados bajo el brazo.
—Necesitamos un lugar privado —dijo Lyra—. No podemos revisar esto en nuestras habitaciones. Demasiada gente entrando y saliendo.
—El jardín interior tiene una sala de meditación —sugirió Zoe—. Nadie la usa desde hace años.
—Perfecto.
Cuando llegaron, el lugar era exactamente lo que necesitaban: una habitación circular con ventanas altas que dejaban entrar luz natural sin permitir que nadie viera desde af