Se miran entre sí. No hay rastro de duda o arrepentimiento en sus ojos.
—Solo queríamos darte un susto —dice Alisson con desdén.
—¡No me mientas! —exclamo—. Al menos ten la puta decencia de…
—Bien, ¿para qué mentir? —resopla Hunter—. Esa mujer solo ha traído desgracias a nuestra familia. Por su culp