Una hora más tarde estaban despidiéndose de los miembros de la familia Estebans Véliz, cuando se le acerca su suegra, a pesar de haberse saludado de lejos, no habían podido intercambiar palabras, la tomó del brazo y la alejó del resto de los presentes.
—¡Lía! ¿Cómo están mis pequeños nietos? —interrogó con una expresión de alegría, mientras pasaba su mano por el vientre.—Están muy bien, haciéndome poner cada día más como un globo inflado a punto de explotar. También estoy un poco nerviosa, preocupada por cuando llegue la hora de tenerlos ¿Cómo los cuidaré? ¿Tendré ayuda? —hablaba con un poco de agitación.
—No te preocupes, tu suegro y yo estaremos contigo, al igual que Marcos, te aseguro que mi hijo no querrá apartarse de sus fantásticos —agregó sonriendo Eugenia.