Nada iba bien, pero sinceramente, Jade no debería haberse sorprendido. Había pasado una semana desde que se apareó con Hunter, y aún sentía como si solo hubiera visto un atisbo del hombre que se escondía tras el poder y el título. Habían hecho el amor cada noche, conociendo el cuerpo y los deseos del otro, pero eso era solo una pequeña parte de lo que hacía que un apareamiento fuera... un apareamiento.

Entrelazar su alma con otra persona no se trataba solo de sexo, a pesar de que hasta entonces toda la evidencia indicaba lo contrario. En algún momento, quería saber quién era, verlo sonreír, hacerlo reír. Quería contar chistes privados y cocinar a su lado. Quería poder caminar por la guarida con la cabeza bien alta y devolverles la sonrisa a los miembros de la Manada que de verdad la deseaban allí.

Ella no quería que su vida se tratara &ua