Giulia
—Oh, la cagaste —gruñe Louisa—. Ni siquiera le diste la oportunidad de explicarse.
Acabo de contarle a Louisa y a mi mamá lo que pasó conmigo y Florentino, y la decepción en sus rostros es evidente, especialmente en el de mi mamá. La entiendo porque hablamos de esto hace poco cuando sucedió lo de Nina.
—Giulia siempre ha sido así—, dice mamá. —Incluso cuando era niña—.
—¿Me lo estás diciendo a mí? —se burla Louisa—. ¿Y ahora qué hacemos? Tienes que recuperar a tu marido, o seguro que irá a parar a los brazos de todas esas mujeres de las que te sientes tan insegura.
La miro con el ceño fruncido. —No me importa. Él puede hacer lo que quiera—.
—Te importa. Si no te importa, no estarías aquí para contárnoslo. Esto es literalmente una llamada de ayuda—.
—Crees que lo sabes todo.—
—No —responde Louisa con dulzura—. Pero sé que Florentino se preocupa mucho por ti. He visto cómo te mira, cómo te trata. Deberías confiar más en él, al menos, hasta que te dé una razón para no hacerlo. Has