Daniel tuvo que sostenerme o me caería, estaba tan emocionada de que estuviera allí que no podía controlarme.
Me depositó de nuevo en el suelo.— ¿Por qué no me dijiste que venías? — pregunté con una enorme sonrisa.— Quería que fuera una sopresa—me dijo—¿Qué tal estás?— Después de verte, mejor.Dejé que entrara en casa. Viajó la mirada por todo el salón.— ¿No es un poco pequeña la casa? — preguntó.— Tiene un tamaño suficiente para dos mujeres como nosotras. ¿Qué te trae por aquí?— Un caso que necesito cerrar en persona. — tomó el libro que estaba leyendo de la mesa y lo ojeó — "La hija de la otra orilla" — leyó la cubierta. — Estaba empezando a leerla.— ¿Y no te apetece salir por allí?— ¡Por supuesto! — dije llena de entusiasmo— voy a cambiarme.Corrí a mi cuarto, me quité lo que llevaba puesto y rebusqué en mi armario algo cómodo de ponerme. Un gersey de algodón y unos pantalones con zapatillas. Dejé mi pelo suelto, cogí mi moc