El camino a Velmarion le pesó a Kael más que cualquier batalla. Las murallas del imperio se alzaban ante él con una grandeza que parecía hecha para empequeñecer a todos los demás reinos. Torres de mármol blanco, cúpulas que atrapaban la luz del sol y estandartes carmesí ondeando con el emblema de la Casa Tervannos: el sol devorando al águila. A cada paso, Kael sentía la garganta más seca. No era un viaje cualquiera, era una apuesta contra la historia, y lo sabía.
En el salón imperial lo esperaba Lyeria, vestida de púrpura, con la frente erguida y la sonrisa calculada de quien sabe que todo lo que ocurre ya lo había previsto. A su lado, un joven de rostro sereno y mirada clara: Egon Tervannos, apenas un muchacho, aunque con el porte de príncipe. No lejos de ellos, observando como un depredador desde la penumbra, se encontraba Reagan Tervannos, el hermano del emperador muerto, heredero por derecho, general de hierro, a quien todo soldado temía nombrar en el campo de batalla. Su sola pr