-XXVII-

Christian detuvo el coche ante aquel motel a las afueras de la ciudad.

Volviéndose al abogado dijo:

-Descansaremos y... mañana a primera hora nos iremos-

Jason miró con desprecio a aquel malnacido que lo había forzado.

-No intentes redimirte por lo que me has hecho- escupió.

Christian bajó la mirada.

¿Por qué demonios no lo había olido antes?

¿Por qué le dolía el pecho como jamás antes lo había hecho?

Oler el fortísimo aroma a odio que ese cobrizo emanaba hacia su persona le resultaba como si miles de cuchillos al rojo vivo se clavaran en su Adelezón.

¡Y no sabía porqué!

-No salgas- pidió cabizbajo.

Jason le miró con inquina y abrió la puerta del coche.

Christian, desde fuera, le observó.

-He dicho que no salgas-

Jason mantenía su mirada clavada en el rubio oscuro.

-Tú no mandas en mí-

Christian tragó saliva.

-No salgas del coche...por favor-

¡Primera vez q

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