Christian detuvo el coche ante aquel motel a las afueras de la ciudad.
Volviéndose al abogado dijo:
-Descansaremos y... mañana a primera hora nos iremos-
Jason miró con desprecio a aquel malnacido que lo había forzado.
-No intentes redimirte por lo que me has hecho- escupió.
Christian bajó la mirada.
¿Por qué demonios no lo había olido antes?
¿Por qué le dolía el pecho como jamás antes lo había hecho?
Oler el fortísimo aroma a odio que ese cobrizo emanaba hacia su persona le resultaba como si miles de cuchillos al rojo vivo se clavaran en su Adelezón.
¡Y no sabía porqué!
-No salgas- pidió cabizbajo.
Jason le miró con inquina y abrió la puerta del coche.
Christian, desde fuera, le observó.
-He dicho que no salgas-
Jason mantenía su mirada clavada en el rubio oscuro.
-Tú no mandas en mí-
Christian tragó saliva.
-No salgas del coche...por favor-
¡Primera vez q