Maylene sonríe. Se pone de pie tomando las manos del señor William, sonriendo debido al contento que le produce la idea de que el deseo de su padre no fue dañado en su totalidad.
—¡Dios Mio! ¡Eso es increíble! —Maylene se limpia una lágrima—, William, muchas gracias por todo esto. ¡No puedo creerl