CAPITULO SEXTO

A medianoche escuche llorar a mi pequeña, me levante de la cama y sin ponerme la bata fui corriendo a su habitación, cuando entré la cogí en brazos para calmarla viendo en la puerta a Mario medio desnudo, solamente con un pantalón corto.

— Ya la calmo yo, tú puedes volver a la cama con tu amiga — le dije

— También Lidia es responsabilidad mía, vivís las dos en mi casa — me contestó

Mario se acerco a donde yo me encontraba con mi hija, me ayudo a cambiarle el pañal, la cogio en brazos meciendola hasta que mi pequeña se durmió, la dejo en su cuna, marchándonos los dos del dormitorio, pero sin esperármelo me cogió del brazo con la mano, empotrándome contra la pared y su cuerpo.

—Si tu quisieras, podríamos — me dijo

—¿Qué, follar y mañana, seguir sirviendo a tu amiga?, no Mario lo siento si estas caliente la tienes en tu cama, yo me voy a la mía — le dije mirándonos los dos a los ojos en la penumbra de la noche

— Erika te deseo ahora, — me dijo susurrándome en el oído, mientras metía su mano por debajo de mi camisón, haciéndome cerrar los ojos cuando acaricio mi sexo por encima de mis bragas, ya que yo también lo deseaba.

Le puse mis manos en su pecho apartándolo, marchándome corriendo a mi habitación. Al día siguiente despues de ducharme y vestirme, salí de la habitación para ir a la cocina, escuchando como hablaba Mario con su novia, escondiendome detras de la puerta para escuchar lo que hablaban.

— No, no lo voy a hacer, sería un canalla Loren — dijo él

— Venga cariño, la niña en el orfanato estaría muy bien y así podrías echar a la mosquita muerta de su madre de esta casa y casarnos tú y yo — dijo ella

— No, olvídate de eso, hay algo que ni tú ni nadie sabe, se acabó la conversación, me tengo que ir a trabajar si quieres te llevo — le dijo Mario

Me aparte de la puerta como si fuera a abrir la puerta de la casa, viendo como ella se iba al dormitorio

— Voy al dormitorio a por mí bolso y si me quisieras Mario lo harías — le dijo ella en voz alta

— Eso es lo malo, que de quien estoy enamorado es de la madre de mi hija — escuche a Mario hablar en voz baja para si mismo, quedándome atónita ante aquella inesperada confesión.

Todas las noches que me levantaba para ver si mi hija estaba bien, me encontraba a Mario con ella en brazos, o bien meciéndola o durmiendo con ella en sus brazos sentado en una mecedora que había en la habitación, me quedaba mirándolos un buen rato pensando en lo bonito que hubiera sido si viviéramos como matrimonio que éramos, aunque enseguida apartaba de mi pensamiento esa idea, por ser Mario un manipulador egoísta.

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