Puede que su lobo se haya rendido, pero la bestia todavía consideraba a Nova suya.
—No —dije, aunque el pelaje de mis brazos no retrocedió. Apreté los barrotes de su jaula mientras él se estrellaba contra ellos, una y otra vez.
—No puedes aparearte con ella—, espetó Hunter.
—Lo sé. No lo intento —dije.
La posesividad era inusual en él, pero la violencia sí. No pensé que hubiera matado al acosador de Nova por lo que le hizo; simplemente lo mató porque quería.
Hunter se burló mientras sacaba a Nova del vehículo. —Estaba oliéndola—.
—O borrar el olor de su acosador de su piel —dijo Enzo—. Lo averiguaremos más tarde. Ahora mismo, necesitamos saber cuánto sangra. El médico ya viene en camino.
—No podrá tocarla—, advertí.
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