Siguió gruñendo, gimiendo y mordiendo cada vez que alguien se acercaba, y no intentó obligarme a salir de nuevo. Era sumisa, pero seguía siendo una loba. Y no salía de aquel arbusto hasta que alguien la obligaba.
Pasó el resto del día y el sol se puso, pero nadie la sacó, así que se quedó donde estaba.
Clay
Cerré de golpe la puerta del auto y caminé hacia la parte trasera del Lodge. Hunter me siguió al pasar por delante del edificio principal, tal como sabía que haría.
Habían pasado dos días desde que la loba de Nova se adentró en ese arbusto. Apenas comía. Apenas dormía. Y gruñía a cualquiera que se acercara.
—No puedes obligarla a salir—, dijo.
—Mírame.—
—Ella ya ha pasado por bastante sin que tú lo empeores—.
—¿La conoces, Hunter?— espeté.
La pregunta lo pilló desprevenido, pero ambos sabíamos la respuesta. También había hablado con Amarillis y Sydney. Ambas estaban de acuerdo conmigo, aunque se resistían a presionarla.
No lo era.
—La conozco —dije—. Somos amigas. No íntimas, pero