Una semana después, Freya decidió visitar a su padre junto con los niños. Además, planeaban pasar por el refugio, ya que los pequeños extrañaban mucho a los orcos y estaban emocionados por ir a verlos. Crono quería acompañarlos, pero debía quedarse para resolver los problemas en la región del sur. Desde la toma de esas tierras, las rebeliones en las manadas se habían vuelto frecuentes. Aunque Dionicio y sus guerreros habían logrado mantener el control, Crono sabía que debía estar preparado para partir hacia esa zona si los conflictos escalaban. No quería separarse de su familia, pero Freya le aseguró que estarían bien sin guardaespaldas y lo mantendría informado durante el transcurso del viaje. Con tristeza, se despidió de sus hijos.Freya inició su viaje por carretera mientras los niños charlaban animadamente en el asiento trasero. Sin embargo, la tranquilidad se rompió cuando, a mitad del camino, Freya notó que dos carros se acercaban. Instintivamente, pisó el acelerador, pero los ve
Freya quería correr más rápido, pero sus pequeños se lo impedían. Deseaba cargarlos, pero eran tres, y eso haría sus pasos más lentos. Con angustia, miró a su alrededor: solo árboles que parecían cerrarse sobre ellos. Mientras intentaba pensar qué hacer, escuchó la voz en su cabeza. "Déjame salir. Puedo llevar a mis cachorros en mi lomo. Soy más rápida".Al escuchar a su loba, Freya se detuvo bruscamente y se volvió hacia sus hijos. Sus ojos se suavizaron al ver sus caritas asustadas. Se agachó a su altura y, con una voz que intentaba mantener calmada, les dijo.—Fénix va a emerger. Deben subirse a su lomo y aferrarse con todas sus fuerzas a ella. Mi loba los llevará a un lugar seguro y los dejare allí. Cuando el peligro pase, papá y mamá estarán con ustedes. ¿Entendido?Los cachorros asintieron con movimientos torpes de cabeza, y sus ojos brillaban de miedo. Ajax fue el primero en reaccionar:—¡Mami! ¡Será como montar a los orcos! —exclamó con esa mezcla de miedo y emoción que solo l
Psique se aferró al vestido de Freya con sus pequeñas manitas temblorosas, sus lágrimas dibujaban un sendero brillante en su rostro.—¡Mami, no te vayas! Ese lugar se ve oscuro y feo... No… no quiero quedarme aquí sin ti— su voz se quebró como cristal fino.Freya cerró los ojos, para reprimir sus propias lágrimas que ardían detrás de sus párpados. Ella no deseaba abandonar a sus cachorros a la intemperie y al peligro, pero no tenía otra opción. Al abrir los ojos, inhaló profundamente varias veces, llenando sus pulmones de aire, buscaba en cada respiración la fortaleza que necesitaba para separarse de ellos.—Mi princesa... no me hagas esto más difícil —acarició el rostro húmedo de la niña con la yema de sus dedos—. Toma las manos de tus hermanos y prométeme... prométeme que no las soltarás hasta que llegue papi. ¿Lo harás por mami?La pequeña asintió entre hipidos convulsivos, tomo la manito de su hermanito que era el que estaba más cerca y entrelazaron sus deditos diminutos. Cuando a
Eris vagaba entre los árboles como un espectro, perdida en sus pensamientos. Al llegar a una formación rocosa, se dejó caer sobre una piedra fría. De pronto, escuchó unos pequeños quejidos, tan leve que casi se confundía con el susurro del viento. Curiosa, buscó el origen del sonido, descubrió una grieta estrecha en las rocas. Al asomarse, quedó atónita al distinguir las siluetas de tres niños. Sus cabellos dorados eran inconfundibles. "Los hijos de Freya", pensó, y un nudo de culpa le apretó la garganta.—Niños, salgan de ahí —llamó en voz baja, midiendo con la mirada la estrecha abertura que su cuerpo adulto no podría atravesar.Los pequeños se sobresaltaron al escuchar su voz. Dentro de la cueva, el llanto de Psique se hizo más agudo.—¡Metis… los… malos nos encontraron! —su vocecita temblaba como cristal a punto de romperse.Eris se arrodilló, acercando su rostro a la grieta:—¿Ustedes son los hijos de Freya?—¿Usted conoce a mamá? —preguntó Ajax con su vocecita infantil.—Sí, peq
Los vehículos de Crono frenaron bruscamente al encontrar varios carros abandonados en la carretera. Antes de que el motor se apagara por completo, él ya había saltado del asiento, sus botas golpeaban el asfalto con fuerza. Al reconocer el carro negro donde viajaba su familia, corrió hacia él y abrió las puertas de golpe. Sus ojos grises escudriñaron cada centímetro del interior, buscando desesperadamente algún rastro de Freya o de sus hijos.—Maldición, está vacío.El alfa apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en las palmas. El miedo, una emoción que rara vez lo visitaba, le recorría las venas como veneno.—¡Derex! —La voz de Crono no era un simple gruñido, sino un trueno que cortaba el aire.—Mande alfa. —El comandante se paró al frente de él.—Coordina la búsqueda de nuestra luna y mis cachorros.—Si alfa, no regresaremos a la manada sin haberlos encontrados. Crono se volvió hacia sus guerreros.—En el momento que nos encontremos a esos lobos traidores aliados
Los lobos se abalanzaron sobre Freya, sujetándola con fuerza mientras le ataban las muñecas con un nudo que le quemaba la piel. Por más que forcejeó que ella hiciera, era inútil. Palas se acercó con una sonrisa siniestra y, sin aviso, le lanzó una patada en el rostro. El impacto le hizo girar la cabeza, y el sabor metálico inundó su boca y escupió un hilo de sangre al suelo.—¡Cobarde! —gritó Freya, alzando la mirada con desprecio—. Necesitas inmovilizarme para golpearme. Ni con la ayuda de tus secuaces podrías vencerme en un combate justo.Palas soltó una carcajada, agachándose hasta quedar a su altura.—¿Dónde quedó la guerrera que venció a Pirro? —susurró, arrastrando los dedos por la mejilla ensangrentada de Freya—. Los grandes líderes no se ensucian las manos. Tienen subordinados que lo hacen por ellos. Y en este momento eso me hace superior a ti.Antes de que Freya pudiera replicar, un hombre se le acercó y le propinó un puñetazo en el estómago que la dobló por la mitad, haciénd
Pero el alfa ya había tomado su decisión. Él alzó la mirada hacia Palas, sus ojos eran brasas de odio puro. Cuando habló, las palabras le rasgaron la garganta como cristales rotos.—Acepto. —hizo una pausa—. Toma mi vida, pero si tu arma de fuego se atreve a rozar la piel de mi esposa, te juro que mis lobos no dejarán de ti ni los huesos. —Los músculos de Crono se tensaron. Cada fibra de su cuerpo ansiaba abalanzarse sobre Palas y estrangularla con sus propias manos.Palas soltó una risa siniestra, se podía notar el brillo de la locura en su mirada.—Quizá muera hoy —confirmó arrastrando las palabras como un veneno—, pero qué dulce será arrastrarte al infierno conmigo. Ahora… —alzó el alma hacia el frente—. Dame la espalda y levanta las manos.—¡Maldita sea, Crono! —La voz de Freya se tornó fría como el hielo—. ¿En qué demonios estás pensando? Esta demente acaba de asesinar a su propia madre y tú ahora le entregas tu vida. —Una lágrima solitaria surcó su mejilla—. No solo te estás con
Crono llegó al carro y, aunque Freya intentó bajarse, él no se lo permitió. Sabía por su apariencia que había sido golpeada con brutalidad; ella solo quería asegurarse de que sus hijos estuvieran bien. Derex abrió la puerta y los tres niños salieron disparados hacia su madre, ansiosos por abrazarla, pero su padre los detuvo con un gesto protector.—No apapachen a mamá. Está un poco lastimada, pero se pondrá bien —dijo Crono, con voz suave.—Crono, bájame —rogó Freya, con lágrimas resbalando por su rostro—. Necesito revisarlos, abrazarlos, son mis cachorros.—Ellos están bien, y no dejaré que te hagan daño, así que pórtate bien.Ella fue a protestar, pero prefirió quedarse callada. Esa actitud de tratarla como si fuera uno de sus hijos le provocó una sonrisa divertida.Él avanzó hacia el vehículo y la acomodó con cuidado en el asiento, luego se volvió hacia los pequeños y Agachándose a su altura, les habló con ternura.—Súbanse al carro con cuidado. Después de que el médico revise a ma