Damara le dedicó una sonrisa agradecida. Le reconfortaba saber que Freya había regresado y había ayudado a su hijo. En el fondo, solo anhelaba una cosa: que ambos pudieran hablar, sanar las heridas y volver a estar juntos. Sabía que su hijo la amaba, y por el bien de sus nietos, esperaba con todo su corazón que fueran una familia.
Mientras tanto, Freya se sentía incómoda, pero un pensamiento cruzó su mente y preguntó:
—¿Dónde está Palas?
En ese momento, Crono se percató que desde que aparecieron sus hijos se había olvidado de ella. Con la mirada fría colocó a Metis en los brazos de su madre y con voz gruesa expresó.
—Voy a buscar a Palas. Regresen a la mansión. Freya, no desaparezcas con mis hijos. Tenemos que aclarar muchas cosas. —Su voz era firme, casi una advertencia, mientras la miraba con seriedad, luego se dio la vuelta y se alejó con paso decidido. Las palabras de Pirro retumbaban en su cabeza como un eco maldito. Sabía que esa mujer tenía que ver con él. La rabia le quemaba la