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Un año después.

La risa de mi hijo resonaba por todo el bosque. A él le encantaba acompañarme a recoger algunas hierbas. Aunque su padre deseaba enseñarle sobre espadas, mi bebé prefería mil veces estar aquí, rodeado de la energía de la naturaleza. Me encantaba verlo andar por el lugar, explorando.

—Kieran, cariño, ven con mamá —lo llamé.

Se levantó del suelo y corrió hacia mí con torpeza. Lo abracé con fuerza y le di un beso en la mejilla. Kieran era especial, muy especial, y sabía que debía cuidarlo con mi vida.

Recogí la canasta con las hierbas y me puse en pie con mi hijo en brazos. Caminé lentamente hacia casa, pero al acercarme, escuché un bullicio. Aceleré el paso y vi a las personas un poco alteradas.

Hakon corrió hacia mí y me arrebató a Kieran de los brazos. Se veía muy alterado, y eso era muy extraño, ya que Hakon era muy calmado.

—Barcos ingleses, muchos de ellos han arribado en las costas. Eirik ha ordenado llevarlos a un lugar seguro —me dijo.

Mi corazón empezó a palpita
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