Ulrich estaba allí, de pie frente a Phoenix, tan real y tan intenso que su corazón parecía a punto de estallar dentro de su pecho.
No podía apartar la mirada. La camisa de lino negro moldeaba el amplio pecho del rey alfa, como si hubiera sido cosida sobre él. Los pantalones de montar se ajustaban a las piernas fuertes y bien torneadas, y las botas de cuero, sucias de tierra, marcaban cada paso con un sonido autoritario que reverberaba dentro de ella. Pero nada era más difícil de soportar que esa mirada —los ojos color ámbar de Ulrich, fijos en ella con una intensidad casi insoportable.
No decía nada. Solo la observaba, intentando descifrar la escena chocante que había presenciado: Phoenix, su delicada reina que odiaba cualquier tipo de violencia, golpeando a Arabella hasta dejarla irreconocible. Phoenix, en su vestido de lino beige bordado con flores, no podía apartar la mi