Valeria suspiró con amargura, viendo cómo Alice jugaba sola en la mesa más alejada del restaurante, en una esquina que casi nadie usaba.
—Val, ya deja de pensar —su amiga Emma se acercó a ella y la abrazó con un suspiro—, Alice va a estar bien.
—Eso dice ella, pero tiene seis años, ¿qué puede saber? —dijo Valeria intentando aguantarse las lágrimas.
—Bueno, es una niña genio —sonrió Emma—, con seis años sabe más que tú y que yo.
—Es una niña genio a la que no le gusta que la toquen, apenas come, tiene ansiedad social y no sé cuántos trastornos diagnosticados precisamente por ser demasiado inteligente —replicó Valeria—. Debería estar en una escuela especializada, para niños como ella donde la ayuden… ¡donde la ayuden a ser feliz porque es evidente que yo no puedo!
Valeria escondió la cara entre las manos y sollozó con desesperación. Alice era una niña que requería cuidados especiales; y un trabajo como mesera, aun a tiempo completo, aun doblando turnos, no le alcanzaba a Valeria para pagar los gastos de una escuela como la que su hermanita necesitaba.
—Ya… ya… no te pongas así —intentó consolarla Emma—. Te diría que lo haces lo mejor que puedes, pero lo estás haciendo increíble. Ningún niño podría querer una mejor mamá sustituta que tú, y en cuanto al trabajo… ya aparecerá algo, no te desesperes…
—¡¿Cómo que no me desespere, Emma?! Me costó sangre, sudor y lágrimas terminar de estudiar diseño, y ahora nadie me quiere contratar porque fui a una universidad pública —protestó Valeria—. ¿Para qué demonios ponen esa carrera si nadie va a contratar a los que se gradúan…?
Emma suspiró también. Sabía que Valeria estaba viviendo una situación muy difícil. Había perdido a su madre hacía tres años y desde entonces se había convertido en una improvisada mamá soltera para su hermana menor.
Y lo peor de todo era que tras esforzarse tanto, sus credenciales no valieran nada para los reclutadores.
—Mira, tú eres una mujer muy talentosa, amiga. Estoy segura de que en cualquier momento va a entrar en este teléfono una llamada de uno de esos lugares a donde mandaste tu currículum —aseguró Emma tomando su celular con gesto teatral—. ¡Es más! Vamos a decretarle al universo que queremos que te llamen ahora mismo… ¡Ahora mismo! ¡Ahora…!
El celular comenzó a sonar y Emma dio un grito, asustada, dejándolo caer. Por suerte Valeria fue lo suficientemente rápida como para atraparlo antes de que se hiciera pedazos contra el suelo, y se levantó mirando la pantalla, anonadada.
—¿Qué…? ¿Quién es…? —preguntó Emma.
—“Bennet Design” —susurró Valeria como si no le saliera la voz.
—¡Ay Dios! ¡A ver si voy a ser bruja! ¡Pero contesta, mujer! ¡Contesta! —la apuró su amiga y Val respondió la llamada.
—Buenos días, dígame.
«¿Me comunico con Valeria Williams?», se escuchó la voz al otro lado del teléfono.
—Sí, soy yo. ¿En qué puedo servirle? —respondió intentando que no se le notara el temblor en la voz.
«Hemos revisado su currículum y queríamos saber si está disponible para una entrevista», preguntó la voz dulce de una muchacha.
—¡Por supuesto...! Por supuesto. ¿Cuándo sería?
«Bueno…», la muchacha pareció dudar. «La señora Bennet me lo dijo ayer y yo olvidé llamarte y… ella no viene mucho por la empresa así que… ¿podrías venir ahora?», la chica sonaba incluso un poco angustiada.
—¿Ahora…? —Valeria vio a Emma asentir con fuerza mientras daba palmadas silenciosas—. ¡Sí, sí puedo!
«¡Perfecto! ¡Ay, gracias, me salvas la vida…!», suspiró la muchacha. «Soy un poco torpe, no quería que la señora Bennet se enojara conmigo. Mi nombre es Olena, me dicen Oli. Pregunta por Oli cuando llegues al edificio… ¿vale?». Se notaba que era una chica nerviosa, pero ya le agradaba a Valeria incluso antes de conocerla.
—Claro, ya voy para allá —aseguró antes de cortar la llamada.
Valeria se llevó el celular al pecho y ella y Emma se pusieron a zapatear contra el suelo, emocionadas.
—Ve y arréglate, yo cuido a Alice —la apuró Emma abrazándola.
Valeria se podía ir calmada en ese sentido, porque Alice solo se quedaba tranquila con Emma o con su maestra de la escuela.
—Pero Emma… mi turno empieza en veinte minutos.
—No importa, yo te cubro. ¡Val, si te dan este trabajo ni siquiera importará si no regresas al turno! ¡Ve! ¡Aprovecha esto! ¡Y asegúrate que te den ese trabajo! —Su amiga la abrazó y Valeria fue corriendo a despedirse de Emma.
La niña estaba sumida en una libreta llena de números que ni siquiera Valeria entendía, solo asintió cuando Val le dijo que Emma la cuidaría unas horas y le sonrió sin mirarla cuando sintió su beso en la cabeza.
Valeria salió disparada hacia el pequeño departamento que compartía con su hermana a pocas calles de allí. Se cambió de ropa y asumió la necesidad de gastar dinero en un taxi para no llegar toda sudada a su entrevista de trabajo.
Oli era exactamente como la había imaginado: nerviosa, vivaracha y parlanchina. La llevó a la sala de espera de la oficina de la señora Bennet y le pidió que aguardara.
—Voy a decirle a la señora Bennet que ya estás aquí. Ella está hablando con una amiga, en cuanto termine te atenderá —le dijo.
Valeria miraba alrededor, emocionada. Bennet Design era uno de los mejores estudios de diseño de modas de Los Ángeles, y era tan impresionante como parecía.
Intentó calmar los nervios abrazando su carpeta, pero a medida que los minutos pasaban, estos solo fueron creciendo. Después de dos horas, Oli solo le hacía una señal negativa con la cabeza, indicando que la señora Bennet estaba ocupada todavía.
Por fin, cuando su desesperación era mayor, la puerta del despacho se abrió. Una mujer mayor pero muy guapa salió, despidiéndose, y otra se asomó a la puerta.
—¿Señorita Williams? —preguntó—. Puede pasar.
Valeria entró a la oficina de Layla Bennet como si fuera el templo de una diosa, poco faltó para hacerle una reverencia, pero logró mantener la ecuanimidad a pesar de lo ansiosa que estaba.
—Entonces, Valeria —dijo la señora Bennet después de un breve saludo—, la verdad es que me han impresionado mucho tus bocetos. ¿Esto es una prueba dentro de tus diseños o te especializas en lencería?
—No diría “especialista”, pero sí, la lencería es mi área preferida.
—Es que… es atrevido… es fresco. Me encantaría que tuviéramos una colección así —suspiró—. ¿En qué te inspiraste?
—Bueno… sé que puede parecer vanidoso, pero me gusta sentirme sexy. Y me gustaría que otras mujeres pudieran sentirse así solo para ellas.
Layla la miró con una expresión indescifrable, como si estuviera tratando de leerle el alma.
—Aquí se trabaja muy duro. ¿Crees que tienes la disposición?
—¡Por supuesto! —aseguró Valeria con el corazón acelerado—. Todo el tiempo que haga falta.
—Nuestro CEO es un poco recatado —se le escapó una risa—, quizás te haga modificar tus diseños.
—¡Claro, lo haré! ¡Lo que haga falta! —dijo Valeria.
Layla Bennet suspiró internamente, sin dejar entrever su decepción. Aquella chica era muy talentosa, pero era otra diseñadora sumisa, dispuesta a darlo todo por un trabajo seguro. Si estaba dispuesta a sacrificar su creatividad frente a Nick, entonces no le servía para nada.
—Creo que tienes un futuro brillante frente a ti, linda —dijo con su sonrisa más amable mientras pensaba en una excusa para rechazarla—. Desafortunadamente, tus estudios en una escuela pública están por debajo de las exigencias de la empresa, entonces… lo lamento.
Valeria cerró los ojos, sintiendo aquella opresión en el pecho mientras asentía y se ponía de pie. ¡Siempre era lo mismo! ¡Otro rechazo! ¡Otra oportunidad perdida por la misma estupidez!
—Comprendo… —murmuró dándole la mano pero antes de llegar a la puerta se detuvo. Sentía que estaba a punto de ahogarse con las palabras si no las sacaba, y le importaba poco que fuera justo allí—. ¡No! ¿Sabe qué? ¡No lo comprendo! —exclamó encarando a Layla Bennet—. Yo no acabo de darle mi currículum, usted lo estudió, lo ha tenido desde hace semanas, y lo primero que viene en mi currículum son mis credenciales. ¡Y aun así me llamó!
Layla se quedó paralizada ante el exabrupto emocional de aquella chica. Al parecer no era tan dócil como creía.
—¡Usted me llamó! ¡Me hizo esperar por más de dos horas! ¿¡Para qué!? ¿Para rechazarme porque no tengo buenas credenciales? ¿No sabía eso antes de pedirme que viniera? —se enfureció Valeria—. ¡Y si no le hubieran gustado mis diseños era comprensible! ¡Pero le gustaron! ¡Es que…! —se interrumpió, frustrada—. ¿Sabe qué? Olvídelo. Alguien en su posición jamás entendería que alguien como yo no puede perder el tiempo.
—¡Vaya! No sabía que tu tiempo fuera más valioso que el mío —la provocó Layla.
—¡Pues fíjese que sí! Porque mientras usted estaba dos horas enterándose de los últimos chismes, yo perdía dos horas de un turno de trabajo donde sí me pagan. Yo soy responsable de una niña que necesita cuidados especiales así que sí, una hora pagada de mi tiempo vale más que una suya de chismes. ¿No cree?
Layla se echó atrás en su silla, impresionada mientras veía la mirada desafiante de Valeria.
—¡Diablos niña! ¡Y yo que pensé que no tenías carácter! —sonrió—. Ven, siéntate, siéntate.
Valeria la miró con recelo y se sentó de nuevo.
—Dime una cosa, ¿qué crees del departamento de lencería de esta empresa? —preguntó Layla.
La muchacha la miró con ojos sospechosos.
—Creo que los diseños son para mujeres mayores… muy mayores… acostadas dentro de un ataúd, preferiblemente.
Layla soltó una carcajada tan sincera que casi la hizo sonreír.
—Bien, hablemos sin tapujos. Nicholas Bennet, Nick, Nicky, mi hijo; es el CEO y accionista mayoritario de este estudio. Lamentablemente es quien tiene derecho a decidir lo que se lleva a producción, y solo Dios sabe por qué, considera vulgar cualquier clase de lencería que no sean esos brasieres sosos —le explicó Layla—. Ese departamento no ha conseguido un buen contrato en años, pero se acerca un desfile para distribuidores y quiero que diseñes algo fantástico para mostrarles.
Valeria arrugó el entrecejo, desconfiada.
—Disculpe, pero no entiendo…
—¡Claro que no entiendes! —suspiró Layla—. No entiendes porque no conoces a mi hijo. Dirige esta empresa maravillosamente pero es un estreñido mental en lo que se refiere a las mujeres que son… así como yo —rio toda coqueta—. La cuestión es que hay muy buenas diseñadoras en esta empresa, pero todas acaban sometiéndose ante él… todas terminan haciendo los diseños sosos y aburridos que él manda.
Valeria suspiró.
—¿Y usted quiere… qué?
—Yo, querida, necesito a alguien con tu carácter, ¡que no se deje doblegar, que pelee por sus ideas! Esto es lo que te propongo —se echó hacia adelante en la mesa con una sonrisa—: Te voy a contratar a prueba por tres meses, como diseñadora junior. Tendrás un buen sueldo, prestaciones, seguro, todo lo que necesites para trabajar a gusto. Y en ese tiempo tienes que lograr que mi hijo apruebe una de estas colecciones tan sexis de lencería.
—¿Y yo qué consigo con eso? —Valeria levantó una ceja desconfiada.
—Mi hijo es un tirano —le advirtió—. Es inflexible, perfeccionista y que Dios me perdone pero es un amargado. Si logras conquistarlo… si consigues esto… —la retó Layla— te daré un puesto como diseñadora permanente.
Valeria sonrió de medio lado. Su madre se había encargado de convertirla en una mujer fuerte, aunque a veces, como aquella, no midiera sus palabras.—Déjeme ver si entiendo, señora Bennet. Esto es para usted… ¿qué? ¿Una apuesta contra su hijo… o conmigo…? —preguntó.—No, querida, ¡este es un intento desesperado por ver de nuevo la alegría y la coquetería caminar por estos pasillos! —aseguró Layla—. Pero tú le puedes llamar como quieras. La cuestión es que si en tres meses resultas ser otra de esas diseñadoras sumisas entonces…—Entonces no le sirvo —comprendió Valeria—. Bien, acepto el trato.Se levantó y extendió la mano con determinación.—¿De verdad? ¿Estás segura? —Layla parecía temerosa de entusiasma
Decir que había sido bochornoso para Nicholas Bennet salir del baño de mujeres de la cafetería de su empresa sin camisa, solo con el saco y cara de asesino en serie, era poco.Había resistido la tentación de destrozar su oficina, porque al final la pobre oficina no tenía la culpa de que existieran mujeres como ella.Respiró hondo en todo el camino a su departamento, pero al final de esa noche no pudo evitar que tres o cuatro adornos fueran a estrellarse contra la pared.Era cierto que iba estúpidamente distraído con el celular, estaba bastante dispuesto a disculparse hasta que sus ojos se habían encontrado con los de esa mujer. Era de estatura mediana, hermosa como una maldita sirena y con la voz de una, incluso enojada. Tenía el cabello castaño, ensortijado y largo, ojos marrones y desafiantes y un cuerpo como para mirarlo hasta el fin de los tiempos.Eso era lo que le ha
Iba a explotar. Nick no cabía en su traje de la impotencia que llevaba. Aquella muchacha era una atrevida… ¡Y lo había dejado nada menos que con la palabra en la boca! ¡A él!Fue a su escritorio y presionó con furia el botón del teléfono.—¡Oli! —aquel grito en el intercomunicador hizo saltar a la muchacha en su asiento.—¿Sí?—¡Páseme el contrato de Valeria Williams ahora mismo!—Enseguida, señor.Lo que Oli se encontró cuando abrió la puerta de la oficina fue mucho peor que un león enjaulado, así que dejó el contrato y salió casi corriendo.Nick estaba echando humo por las orejas. ¡Aquella fresca… desvergonzada… descarada…! ¿¡Cómo se atrevía a amenazarlo con demandarlo!? Es que la quería ahogar con sus
Valeria tenía la cabeza tan enterrada entre los diseños que apenas se dio cuenta de que Oli estaba embobada mirando los dibujos.—Val, esto es increíble… —murmuró con los ojos brillantes por la emoción.Valeria levantó los ojos y sonrió.—¿Te gustan?—¡Jamás había visto diseños como estos! Son tiernos pero… sexys… ¿es siquiera posible? Digo… ¡una se sentiría virginal y mala con esto!—Sí, esa es la idea —le explicó Valeria.—¿Sabes que el CEO va a colapsar cuando vea esto? —le advirtió Oli.—Bueno… si cae muerto en medio de la reunión nos ahorraremos muchos dolores de cabeza —se burló Valeria—. Quizás debí hacerlos más descarados…Las dos rieron y Oli le avis
Hubiera sido una mentira decir que no le había dolido la bofetada, tenía la manita pesada aquella pequeña revoltosa, pero las lágrimas corriendo por sus mejillas causaron un impacto mayor en él. Eran lágrimas de rabia sincera y silenciosa, de la que se desbordaba y destruía lo que tenía delante, y la conocía perfectamente porque la suya llegaba a ser exactamente igual.Valeria no dijo otra palabra, salió llorando de aquella oficina, dejándole aquella horrible sensación de que se había equivocado mucho, de que había hecho algo malo, muy malo.Se tomó el tiempo necesario para calmarse. Tenía que calmarse porque la última semana había perdido completamente el control. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¡Él no era así! Y ella no era la primera mujer fácil que se cruzaba en su camino.¿Entonces qu&
Nick cerró los ojos y espiró hondo.—Ven, vamos a sentarnos —le dijo con suavidad—. Como dices, podemos pelearnos después, pero ahora hay cosas más importantes.Valeria no dijo nada, solo se dirigió hacia uno de los asientos y rellenó aquel formulario que se sabía de memoria.No habían pasado ni veinte minutos cuando un doctor entró al salón de espera y Valeria se levantó con rapidez para ir a su encuentro.—¡Alan! —Valeria lo abrazó por un segundo y él sonrió con una expresión que a Nick le sentó como una patada en el estómago—. Alice…—Cálmate. Ya la vi. Está bien. Va a estar bien —le aseguró el doctor.Pasaba de los treinta años y se veía un hombre serio y educado, más atractivo de lo que le convenía para ser gale
Nick cerró los ojos Era absolutamente deliciosa. Nick podía sentir el calor subiendo por su cuerpo, cosquilleando en las puntas de sus dedos cuando la tocaba. Era pequeña contra él. Su cuerpo desprendía un olor exquisito y su sexo se sentía caliente incluso por encima de la tela. Metió la lengua en su boca y la escuchó reprimir un gemido, pero era evidente que disfrutaba aquel beso. No llevaba brasier bajo el pijama y Nick podía sentir todos los instintos despertar en él de una sola vez cuando se apretaba contra su cuerpo.—Val… —murmuró.Besarla, tenerla… se sentía como si fuera el momento correcto, el sitio correcto, la mujer correct… ¡pero no lo era! Ella no era la mujer correcta… no para él. Nick paró aquel beso antes de que las cosas se salieran de control. La levantó, poniéndose de pie mientras
Valeria se sentó en su oficina, de cara a su pequeño ventanal, por donde podía ver el cielo. A la izquierda, sobre una de las extensiones de su escritorio, estaba una foto de su madre, su hermanita y ella. Se veían felices las tres… muy felices. Habían sido tiempos más felices.No podía decir que todo había cambiado desde la muerte de su madre, porque nunca habían tenido mucho dinero, pero al menos antes Alice no se enfermaba tanto.Suspiró mirando al cielo.—¿Está mal ser fuerte, má? —preguntó en un murmullo—. ¿Está mal querer sentirme poderosa aunque no lo sea? Ya me pisotean bastante ¿te imaginas si encima fuera una mujer sumisa?Negó con decisión mirando la foto.—No, má. Tú me enseñaste a ser una guerrera. No me voy a quedar callada, no voy a bajar la cabeza, y